Cuando la URSS pretendió convertir a Grecia en un país satélite, al modo de lo que había hecho con éxito en varios estados del centro de Europa, terminada la II Guerra Mundial, las potencias aliadas intervinieron 'manu militari'. Gran Bretaña envió con toda urgencia unidades de la Royal Navy y comandos especiales, que abortaron el intento y garantizaron unas elecciones libres, sin violencias ni amedrentamientos que alteraran la limpieza de las reglas del juego. Fue en una de sus comparecencias en los Comunes, para explicar los fundamentos de esta operación, cuando el 'premier' británico definió una de las características esenciales de una democracia: cuando alguien toca a la puerta a las cinco de la madrugada, es el lechero. La cita ha pasado a las antologías por su fuerza metafórica: los ciudadanos no pueden estar al albur de los caprichos y vaivenes autoritarios.

La Constitución Española dio un vuelvo a la inseguridad jurídica y política del franquismo. El artículo 9 "garantiza el principio de legalidad, la jerarquía normativa, la publicidad de las normas, la irretroactividad de las disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de derechos individuales, la seguridad jurídica, la responsabilidad y la interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos". Y, de eso se trata: algunos de los recortes, y de los procedimientos aplicados por el gobierno del PP contradicen este mandato; así como el art. 31: "Todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de igualdad y progresividad que, en ningún caso, tendrá alcance confiscatorio". Justo, igual, progresivo.

Los intereses de los ciudadanos más desfavorecidos -desempleados y dependientes- han sido machacados en las últimas oleadas recortadoras mientras se privilegia a las grandes fortunas con un descaro insólito en la UE. Las clases medias han soportado los mayores golpetazos; los funcionarios han sido utilizados como una hucha para pagar los efectos de una crisis que no han provocado; que la sufren. Como decía Cela, no es lo mismo joder que estar jodido; aunque haya políticos, como Andrea Fabra, quien sin duda sale a su padre, cuya filosofía en este momento dramático es "que se jodan" los que sufren o los que protestan en nombre de los que padecen. El áspero y señoritingo "que se jodan" espetado en el Congreso después de que su jefe de filas desgranara las dolorosas medidas para contentar a los 'mercados', que no se dieron por satisfechos, es toda una declaración de principios.

¿Puede el Gobierno romper el contrato que firmó con miles de contribuyentes que se metieron en el enredo de hacerse una casa, o comprarla, y decidir que los que hicieron la operación antes de 2006 quedan fuera de los beneficios? Quien ha tocado a esta puerta no es el lechero. ¿Se puede 'confiscar' la paga de navidad de los funcionarios hasta "que se acabe" el déficit? ¿No hay límites al agravio vía BOE? ¿Y la seguridad jurídica?

En los tiempos duros los políticos dan la medida de su verdadera capacidad, rompiendo el barniz que les proporciona el marketing y el uso espurio de la sociología de encargo. Esperanza Aguirre y su desprecio altanero por los que protestan; Fabra padre, multi-imputado, burlándose de los jueces que quieren sentarlo ya en el banquillo, diciendo que "quien ríe el último ríe dos veces"; Fabra, hija, diciéndoles "que se jodan" a las víctimas de los recortes; la ministra de empleo y Seguridad Social Báñez, aludiendo a españoles buenos y malos según la tradicional y maniquea división franquista: "la mayoría silenciosa de buenos españoles afrontará los esfuerzos con aplomo y serenidad" a la vez que convierte en una caricatura una ley de dependencia que en Europa forma parte del acervo del 'bienestar'. Bien jodidos, pero contentos. Recuperaba Schopenhauer un dicho marinero: no hay buen viento para el que no sabe a qué puerto se dirige. ¿Cómo es posible que quieran curar la enfermedad con las mismas recetas que provocaron el crac mundial? Y encima, hay quienes se envanecen con las gamberradas en grupo y les aflora el fanatismo sectario. Cuidado, que vienen curvas.