Ahora que occidente se debate entre la ruina y la necesidad de una catarsis, los orientales nos devuelven la pelota con su rápido crecimiento, milagroso en medio de la crisis global. Dicen que de joven el propio Jesucristo fue a la India y que allí conoció las filosofías milenarias. El Vedanta es una disciplina de la que bebieron los antiguos griegos, los cristianos y los musulmanes. Predica moderación, estoicismo, hay que controlar los deseos y hay que buscar el problema dentro de uno mismo, con ello hay que dejar de echar la culpa a los demás. Así lo afirma el maestro Parthasarathy en el diario La Vanguardia. Afirma que nos quejamos demasiado porque basamos nuestra vida en los derechos individuales, si vives convencido de que tienes todos los derechos estás insatisfecho porque crees que los otros te restan algunos de esos derechos, estás insatisfecho porque los otros no te dan, los culpables son los demás: el Estado, los políticos, los empresarios, etcétera. Esta "cultura de la queja" es la razón de la decadencia de occidente en unos años en que los llamados países emergentes crecen, lo vemos en la India, China, Brasil, etcétera. Afirma que toda Asia se basa en el trabajo y el sentido de la responsabilidad, en el deber hacia los demás: el pueblo, la familia, la sociedad, por eso Asia está destronando a occidente en el terreno económico. Las civilizaciones que progresan son las que se construyen resaltando las obligaciones más que los derechos. Habría que basar la vida en la responsabilidad y la generosidad de dar, solo así se recupera el control sobre la propia existencia. Dar solo depende de uno mismo, recibir te pone a expensas de los demás. Este swami o maestro hindú cree que la esencia del capitalismo es errónea, pues si bien Adam Smith creía que los egoísmos individuales estimulados en el mercado libre crean prosperidad colectiva, este tipo de actividad puede dar prosperidad pero no paz interior. La prosperidad no es mala en sí pero si no va acompañada de crecimiento interior estresa, te vuelve intratable. Son atractivas estas filosofías pero con ellas choca nuestra cultura del dinero, nuestro becerro de oro. Claro que, puestos a consumistas y a capitalistas, ¿quién iguala ahora a los chinos?