Da la impresión de que ni hay crisis ni ajustes ni rebaja de las pensiones ni paro ni economía sumergida ni trabajos en precario. De pronto hemos vuelto a ser poderosos, la euforia nos pone en pie. ¿Cómo explicar el frenesí de inauguraciones previo a la gran cita electoral que viene? Varias veces se inaugura cada cosa: para los medios de comunicación, para los políticos, para el populacho. Así se hizo con el Teatro Guiniguada y el Hospital San Martín, y el Cabildo aunque solo para los fotógrafos y los políticos, las escaleras mecánicas ahora funcionan y luego no, y el Tritón de La Laja que queda enterrado cuando se le ve desde la autopista y no sé cuantas cosas más. Todo sea por la candidatura a la capitalidad cultural del 2016, esa dulce cortina de humo con la que se intenta borrar las carencias de infraestructuras, la falta de apoyo a las bibliotecas, la falta de animación a la lectura, el olvido del Museo Canario ya sin fotocopiadora y casi sin personal, el Castillo de La Luz abandonado a los ladrones, etcétera. Políticos que han hecho una deficiente gestión de cuatro años intentan ahora abrir el álbum de sus obras póstumas, pues es probable que después de mayo ya no sigan gobernando. Cómo andará la cosa que don Juan Fernando López Aguilar hace campaña por Córdoba para la candidatura a la capitalidad cultural del 2016. Lo del Hospital San Martín ha sido muy buena idea, Luz Caballero se apunta un tanto pero ahora nos damos cuenta de lo estrecho que se queda el CAAM, y más después de tantas crisis y tantas devastaciones. Observando el San Martín volvemos con la cuestión: ¿para cuándo un museo de arte contemporáneo que saque a la luz los depósitos de los sótanos? Y también cabe preguntarse para cuándo una gestión cultural neutra y profesional, al margen de los amiguismos, olvidando el clientelismo, llamando a los que saben, dejando a un lado a los amiguetes. Cuánto costó que la izquierda volviese al poder en esta tierra para despacharse de esta manera, para dejar tal sabor agridulce, con tantas ocasiones perdidas para abandonar el sectarismo.