Yo me temo que si el Gobierno español está dando unos primeros - y muy tímidos - pasos para asumir responsabilidades en la gestión de la situación migratoria de Canarias no es porque el presidente Ángel Víctor Torres haya mostrado su irritación. Lo están haciendo, simplemente, tras observar las primeras planas de toda la prensa en las últimas semanas y, en particular, la reacción mediática posterior a la desdeñosa espantada del ministro José Luis Escrivá. Las críticas de las organizaciones no gubernamentales, de fuerzas sindicales o del magistrado Arcadio Díaz Tejera, juez de control del Centro de Internamiento de Extranjeros han pesado lo suyo.

El Gobierno central sabía perfectamente que se incrementarían las pateras y cayucos que intentan llegar a las costas canarias: dispone de información al respecto a través del Ministerio de Defensa y de Asuntos Exteriores. Simplemente se ha cruzado de brazos y ha dejado que la situación se volviera insoportable. Con sinceridad tengo dudas de que Pedro Sánchez, como secretario general del PSOE, se permitiera un comportamiento como este con los socialistas andaluces o catalanes. La atención digna a los inmigrantes se conseguiría con media docena de llamadas telefónicas y un coste modesto si el Estado - y en particular Defensa - cedieran en las islas espacios y terrenos de titularidad pública para albergar en condiciones tolerables a varios cientos de personas, vista la repulsiva negativa que la inmensa mayoría de los ayuntamientos a colaborar, al contrario de lo ocurrido en la llamada crisis de los cayucos entre 2006 y 2007. El hundimiento económico y el miedo a la pandemia han arrasado cualquier resquicio de solidaridad. En Fuerteventura incluso los ayuntamientos han mostrado su desacuerdo con la iniciativa de alojar a los migrantes en hoteles "porque da mala imagen". En Santa Cruz de Tenerife han albergado a una veintena de subsaharianos en un hotel en la plaza de La Candelaria. Si quieren observar la pútrida entraña de la sana y gentil gente que nos rodea les aconsejo que se tomen dos o tres cafés en establecimientos cercanos al hotel y escuchen la hermenéutica antropológica de los vecinos ("pa los negros hotel, comida gratis, escolta policial, me han dicho que ya les están arreglando los papeles y a cada uno les han dado un móvil de última generación").

Lo importante ahora es que alguna autoridad política tenga la gentileza, si no es mucho pedir, de publicitar la estrategia del Gobierno central, adelantado una fecha para que esté en pleno funcionamiento una red de centros o establecimientos de acogida en cada una las islas: no es un complejo problema de física teórica, sino una cuestión logística básica que se puede resolver en muy pocas semanas. Y que no olviden explicar si el objetivo central consiste en la renuncia a derivar migrantes retenidos a otras comunidades autónomas, y de esta manera Canarias se convierta en el único punto de retención y expulsión de los que huyen del hambre, la miseria y la violencia en África, sin que las autoridades autonómicas hayan pronunciado una mísera palabra al respecto.

"Podríamos haber mirado a otro lado", escribió Pedro Sánchez en un libraco al referirse a su decisión de acoger en puerto español al navío Aquarius, con 630 personas a bordo, "y en este brete también estaba en juego la misma esencia de los valores de la Unión Europea". "Por eso me sabe mal", agregó, "oír comentarios diciendo que fue una acción de marketing". La gente puede ser muy malvada, Sanchidente, realmente malvada.