Hay algo más humillante que derrocar a un jefe de Estado, convertirlo en pasto de la cultura de las celebridades. Así ha ocurrido con Mijaíl Gorbachov, propietario de una trayectoria más contradictoria que el posible voto de Zapatero a Rajoy. Cuesta encontrarle adjetivos creíbles al hombre con el mapamundi estampado en la frente. Le cuadraría la pregunta "pero, ¿usted no es estalinista?" que Oriana Fallaci le formulaba a Santiago Carrillo en una de sus irrepetibles entrevistas.

Cualquier excusa es buena para retomar al liquidador del comunismo planetario, que hoy se fotografía a menudo con un Louis Vuitton como animal de compañía.

Vuelve a hablarse de Gorbachov en la conmemoración del vigésimo aniversario del golpe que pretendía acabar con el presidente de la URSS, y sólo consiguió desmantelar a la propia URSS.

Si el socialdemócrata Gorbachov tiene tanto éxito en convertir a los magnates al estalinismo como en persuadir a los estalinistas de las virtudes de la jet set, el mundo se prepara para una nueva conmoción. En sus empresas anteriores, incumplió todas las señales de su condición de hijo y nieto de comunistas, siempre torturado por la conciencia. Sus vaivenes quedan justificados por el dictamen de un colega, Vaclav Hável, cuando ironizaba: "Encuentro bastante sospechosa a la gente completamente preparada para la historia".

Con o sin Louis Vuitton, el último soviético nunca sucumbió a la adulación que nubla el juicio. En sus cumbres con Reagan demostró que podrían votarle incluso los norteamericanos, que se arremolinaban por las calles para festejarlo. Sin pedir imposibles y con los pies en la tierra, fue cauto y amado con una intensidad directamente proporcional a la distancia de Moscú.

Aunque ahora efectúa sus abluciones con colonia de marca aromada de guerra fría, Gorbachov conserva la aureola de un revolucionario racional y radical. Reactivó la política del planeta como un electroshock, y sus nuevas compañías no lo han alejado de la autocrítica. Se califica de "semiidiota" al valorar su comportamiento frente al golpe. Estaba "exhausto tras tanto años, al límite". Le martiriza que la URSS haya desaparecido y contraataca sobre su afiliación al lujo. "¿Prefieren a alguien que robara en secreto, en lugar de alguien que se acerca abiertamente a Louis Vuitton?" Creíamos en la perestroika de Gorbachov porque pensábamos que había opciones a mejor precio.