El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define el voto como expresión pública o secreta de una preferencia ante una opción. Creo que esta definición se queda corta. El voto es el derecho político más básico y elemental que tienen los ciudadanos de una democracia de ejercer su ciudadanía. Han sido necesarias varias revoluciones y guerras para que los ciudadanos de muchos países tengamos el poder de decidir hacia dónde queremos ir y quiénes deben representarnos en ese camino. Por eso es desolador y humillante para la sociedad que uno de cada tres ciudadanos incumpla con el compromiso de votar en las convocatorias electorales que de forma periódica se celebran en España para renovar el gobierno de los pueblos, ciudades, comunidades autónomas o del Estado.

Hay quien piensa que votar no solo debería ser un derecho político potestativo, sino, pese a la evidente contradicción, un deber cívico obligatorio. Aunque podría pensarse que un acto no puede ser al mismo tiempo un derecho y un deber, en Bélgica, Chipre, Grecia, Italia y Luxemburgo el voto es obligatorio. Luxemburgo pone multas de hasta mil euros y los belgas pueden ser eliminados del censo si fallan en cuatro votaciones. El voto también es obligatorio en Australia, Singapur, Argentina, Brasil, Costa Rica y Chile. Es verdad que los ciudadanos que no acuden a votar se benefician de los derechos de las democracias, que son posibles gracias a la responsabilidad de los ciudadanos que acudimos a las urnas. De la misma manera que las personas que no se vacunan se benefician del estado inmunitario de los que cumplen con los calendarios vacunales, gracias a los cuales las enfermedades infecciosas tienen difícil la posibilidad de propagarse. Pero sin votos no hay democracia.

Estamos a las puertas de una nueva convocatoria electoral en todos los ayuntamientos y en la mayoría de las comunidades autónomas. Esta vez, los ciudadanos serán llamados a votar para elegir a sus gobiernos municipales, a sus cabildos y a los miembros de los parlamentos autonómicos. Pero la confusión no ha hecho más que empezar. De antemano, ya sabemos que más del 30 % del cuerpo electoral se abstendrá. También sabemos que los partidos políticos estatales mayoritarios han decidido transmitir a la ciudadanía que estas elecciones son un adelanto de las próximas elecciones generales para cam- biar el Parlamento español. Se trata de un discurso malintencionado, contra-rio, equivocado, contaminado y enga- ñoso que perjudica las expectativas y los derechos de los ciudadanos y que nada tiene que ver con lo que tiene que venir cuando venga y sea lo que sea lo que venga.

En las elecciones del mes de mayo, lo que tiene que decidir el ciudadano es si le gusta la forma de gobernar de su alcalde o por el contrario lo quiere cambiar, si está de acuerdo o no con la gestión de su Cabildo, si está de acuerdo con su presidente y gobierno autonómico o prefieren que sea otro partido el que gobierne. En estas elecciones se vota a los que gobernarán en los próximos cuatro años los destinos de tu pueblo, tu ciudad, tu isla y tu Comunidad. Aquí no se elige a los representantes del Congreso de los Diputados de España, sino del Parlamento canario. Aquí no valen las consignas nacionales que se utilizarán en las elecciones de 2012 para elegir el nuevo Gobierno de España. Aquí solo valen las consignas que harán de nuestro municipio, de nuestra isla y de Canarias un sitio mejor para vivir y trabajar, un sitio mejor para nosotros y nuestros hijos, una tierra con sus gentes cada vez mejor preparadas y educadas, más sanas, más creativas, más innovadoras, más participativas, más productivas, más unidas y más internacionales.

En las elecciones del 22 de mayo el ciudadano tiene que pensar quién defenderá mejor que nadie en España y Europa los intereses de esta tierra, quién tiene obediencia debida para con esta tierra y quién no. Estas son las elecciones de los pueblos, ciudades e islas de Canarias. Cada uno de nosotros tendrá que decidir con absoluta libertad y coherencia si prefiere dar su voto al candidato más racional y razonable y que promete estar más conectado y comprometido con los ciudadanos o a los que ya sabemos anteponen sus intereses personales a los colectivos, o a los que tienen juicios pendientes con la justicia, o a los que proceden del pasado muy pasado. Y para quien no le satisfaga nadie, siempre se tiene la opción de depositar el voto en blanco. Cada uno de nosotros tiene el compromiso de ser portavoz y altavoz como votante. No te olvides de votar. Buen día y hasta luego.