Existe un refrán español que dice que "se debe trabajar pero sin exagerar", con el que estoy completamente de acuerdo, aunque mi hiperactividad no me deje que descanse como tendría que hacerlo, y tal desgaste de energías no me conciencie de frenarme porque es superior a mis fuerzas, y nada me detiene en mi línea de trabajo. Distinto es quien tiene un horario y una jornada diarios (remunerado mensualmente) y no cumple con su deber. Mi hijo Carlos, abogado de profesión, tuvo que trasladarse la semana pasada a Córdoba para defender en un juicio a su cliente cordobés.

Pernoctó en la ciudad y al siguiente día, de regreso a Gran Canaria y teniendo cuatro horas libres disponibles antes de tomar el avión, se llegó desde Córdoba a la estación de tren de Sevilla, Santa Justa, dirigiéndose a la oficina de Turismo, comentándole al funcionario asesor de Turismo que le sobraban unas horas para conocer lo más elemental de Sevilla, y que le recomendara los lugares de interés, contestándole el funcionario, "yo tengo mucha experiencia en viajes, y por el tiempo que usted dispone, si yo fuera usted me iría directamente al aeropuerto y me tomaría un café". Mi hijo, asombrado por aquellas palabras que le azotaron la cara, le pidió no obstante la guía turística y dónde estaba la parada de taxis, y antes de darse la vuelta le dijo con toda su educación, "por cierto, está usted en el trabajo equivocado".

Y así fue, porque este incompetente funcionario, viendo que era un turista, además con traje, corbata, maleta de negocios y que podía ser un tío con pasta, no permitió que dejara "las perras" en su ciudad y a su gente, pues mi hijo al llegar a Sevilla en taxi le dio tiempo de coger una guagua turística de una hora por toda Sevilla, ver la Catedral, la Giralda, la Torre del Oro, pasear por el casco antiguo, almorzar frente a la Universidad, y salir hacia el aeropuerto con el mismo taxi que lo trajo a Sevilla (habían acordado a una hora), llegar al aeropuerto, tomarse un café y leer la prensa. Y es que a los funcionarios que mandan a la porra a los turistas que dejen dinero en su tierra, se les debería enviar a la isla de Perejil para los restos, porque no son merecedores de sus nóminas, o es que son unos babiecas, totorotas? Hay que ver.