La segunda edición de la campaña de venta de papas del país se está convirtiendo desde su inicio en un caso de indigestión mayúsculo por las críticas recibidas de los consumidores y los agricultores, que se supone son los principales beneficiarios de esta iniciativa. Ambos colectivos consideran que el Cabildo, impulsor de la campaña, les está haciendo un flaco favor porque el precio de compra a los productores y el de venta a los clientes no es bueno ni para unos ni para otros, sino que sólo favorece a los intermediarios, que se llevan, como el que reparte, la mejor parte. El Cabildo dice que su función es animar al consumo y por eso le da publicidad a la campaña, nada más, según el consejero insular de Agricultura, Fernando Bañolas, pero lo cierto es que todo rezuma un tufillo de oportunismo y aprovechar el éxito de la primera edición sin calcular bien los pasos a seguir. En fin, esta Operación Papa II se puede transformar en una cosecha de malentendidos y quejas que avinagren las buenas relaciones que hasta ahora mantienen el sector primario con la Corporación insular. Evitar que la polémica vaya a mayores sólo depende de la voluntad de todas las partes.