Primero con subterfugios y luego de manera más explícita, algunos consejeros cabildicios y no pocos concejales que ocupan escaños en las corporaciones locales tras las elecciones de mayo no dejan de hacer sus cábalas para mover las mayorías constituidas, incluso después de haberse tenido que sumar peras, manzanas y coles en el mismo potaje para poner en marcha las instituciones. Esto puede ser lo más legal y normativo que se quiera, pero corre el riesgo de crear brechas más hondas entre los dirigentes públicos y la ciudadanía. El sabor que, en rasgos generales, ha dejado la política canaria en muchos ciudadanos tras los comicios locales es que estamos instalados en una gran debilidad institucional, salvo en los casos de las inapelables mayorías absolutas. Las corporaciones que funcionan con pactos parece que viven una cierta provisionalidad y lo más grave es que, desde una lógica perversidad, el fuego de este caldo de cultivo se atiza por los perdedores con el propósito de volatilizar lo que hasta ahora está cosido, aunque sea con alfileres, merced a los pactos alcanzados. Algún perdedor llega a clamar sin ningún tipo de pudor: ¡Necesito el poder, no puedo vivir sin estar en el mando! Y ello lo que pone de manifiesto es una visión subjetiva y una actitud muy personalista en el oficio de la cosa pública. Y todo eso se hace con cortedad de miras, sin tener en cuenta siquiera el mensaje de los que protagonizan el 15-M que, aunque no esté muy formalizado y pueda ser un brindis al sol, al cabo hay que empezar a considerarlo como un nuevo espíritu que configura nuestra sociedad instalada en lo "pos". Pos-democracia, pos-modernidad, pos-capitalismo, etc. Desde la ortodoxia social más militante, el único camino que habría que consolidar es el de la participación en los asuntos colectivos.

Dicen los teóricos apoyados en tesis de investigación social que la participación en cualquiera de los ámbitos en que desarrollemos nuestras tareas públicas o laborales es uno de los parámetros de calidad. Por tanto, déjense de monsergas y de jugar a la sillita y trabajen en modelos de participación que es una de las vías de conseguir los equilibrios sociales.