Como era previsible, Izquierda Unida ha manifestado su frontal oposición a una posible intervención militar internacional contra Muamar Gadafi; hay una versión del pacifismo que entra en el campo de lo idílico, terreno que aplicado a la dura represión de una dictadura desquiciada es, sencillamente, del género tonto. El pueblo libio se ha levantado contra los opresores que, encima, son ladrones y vividores; y mientras se masacra a la población civil un sector de la progresía verbal no lo tiene claro; las cosas no pueden ser tan fáciles, y seguro que hay gato encerrado. Tanto Venezuela y Nicaragua como Fidel parece que creen que lo que sucede en la mayor parte de los estados norteafricanos es una maniobra secreta orquestada por la Casa Blanca.

Las cosas son mucho más fáciles; aunque es cierto que EEUU tiene algo que ver con la llamarada que se ha extendido por numerosos países, que tienen en común la falta de libertades y/o la opresión religiosa o desviaciones culturales totalitarias. Internet, sin duda, ha sido uno de los instrumentos fundamentales para la revuelta; y hay cierta coincidencia en los analistas en reconocer que los correos de los embajadores norteamericanos robados y publicados por wikileaks han podido ser claves para disparar las protestas. En estos cables la diplomacia norteamericana consideraba probada una corrupción patológica que se enroscaba en los gobiernos de Túnez, Argelia, Marruecos, Egipto, Libia...; además, las nuevas generaciones comenzaron a comparar los estilos de vida y millones de chicos y chicas concluyeron que las libertades eran compatibles con las peculiaridades nacionales. Por eso, las protestas han tenido más gravedad en las dictaduras más cerradas, mientras que en los sistemas más abiertos las revueltas han sido de menor intensidad. En Marruecos, la represión judicial a posteriori puede tener un 'efecto boomerang' que contrarreste determinadas decisiones como la creación de un comité independiente para los Derechos Humanos y la entrada de la generación de los 40 en los asuntos públicos. Próximos cambios sustantivos de gobierno, una mayor apertura, mejor política fiscal y gestos decididos contra la corrupción en las alturas serán imprescindibles a corto plazo como vacuna contra el contagio.

En el mundo hay un amplísimo consenso acerca de las causas del 'invierno de 2011'. Con un par de pintorescas deserciones del sentido común se han mezclado los más dispares intereses e ideologías: los cambios en Túnez y Egipto han sido bienvenidos; y la condena a Gadafi, por la crueldad que emplea contra su pueblo, ha tenido una insólita unanimidad. ¿Quién puede defender el comportamiento de esta familia que mezcla la crueldad con la frivolidad hasta límites de pura locura? Pues los hay; como hay almas cándidas que con tal de fastidiar a los Estados Unidos son capaces de mantener en la esclavitud medieval a las mujeres afganas, y a las paquistaníes, y a las iraníes, y a las saudíes... pues del éxito de estas movilizaciones depende la autodeterminación de todos estos pueblos que tienen los derechos fundamentales secuestrados.

Millones de jóvenes, que han tomado la iniciativa y le han ganado la calle a los islamistas, quieren, ante todo, democracia, transiciones rápidas y elecciones ya. Y esto, para muchos obsesos de la conspiración, no puede ser natural. Por eso, a pesar de que la resistencia libia está pidiendo ayuda urgente para frenar los bombardeos contra las ciudades, hay quienes prefieren mantener su solidaridad en el terreno verbal de la duda y la abstracción. Pero cuanto más tarde la ONU y los aliados que se configuren en definir un área de exclusión aérea para frenar los ataques criminales contra la humanidad, más gente inocente morirá. Una señal en este sentido, además, será una razón para la esperanza de otros pueblos sometidos a tiranías.