El colapso sufrido durante los últimos 15 días en los juzgados de Puerto del Rosario por la avería de las impresoras de las dependencias judiciales revela hasta qué punto dependemos de las máquinas, por muy corrientes que éstas sean. Un fallo en red se apunta como una de las causas de los fallos, que Justicia ha garantizado estarán subsanados desde hoy, pero no se entiende cómo una administración pública deja que un incidente de estas características se alargue en el tiempo y se espere, por lo visto, a la intervención divina y a la buena voluntad de los trabajadores para deshacer el entuerto.

Mientras, la maquinaria se ralentiza y en el caso de los juzgados canarios y españoles no está la cosa para más retrasos por un quítame allá ese impreso que no sale por la dichosa impresora. Igual habría que recuperar la práctica de los amanuenses y empezar de nuevo a copiar a mano los documentos, ya que por lo menos aquí el único parón se produciría por el calambre de tanto escribir. El hecho de este colapso sería hasta chistoso si no fuera por los perjuicios que provocan tanto a ciudadanos como a trabajadores, sobre todo cuando sólo se necesita un técnico de guardia para las averías.