Se llaman "tiendas de conveniencia" aquellas que abren 18 horas diarias o más y en las que lo mismo puedes comprar una revista que un atado de leña para la chimenea. Aunque ya las usábamos, ha sido su denominación lo que nos ha hecho reparar en su existencia. Así descubrimos en su día también la región lumbar, que empezó a dolernos sin que conociéramos su nombre.

- Me duele aquí -le dijimos al médico.

- Las lumbares -respondió él.

Tiendas de conveniencia. El nombre no es muy halagador, como si dijéramos "tiendas mercenarias", es decir, comercios cuya única razón de existir es el dinero. Quizá todos, en el fondo, busquen lo mismo, pero al comerciante que vende exclusivamente sombreros le atribuimos una vocación, lo mismo que al que solo vende libros. De hecho, resultaría imposible dar con un librero que abominara de los libros, quizá también con un galerista de arte que odiara las pinturas al óleo. En una gasolinera cercana a mi domicilio hay una tienda de conveniencia en la que compro a veces pilas para el mando a distancia de la tele y pan. Sus empleados son unos señores vestidos de verde (o de rojo, ahora no caigo) a los que les importa un pito que te lleves un periódico o una linterna. No se les nota afecto por ninguno de los productos que dispensan. Como ya nos conocemos, un día, tras solicitar al de la caja un décimo de lotería, añadí en broma.

- Que sea de los que toque.

- No me toque usted los huevos -respondió-, yo no estoy aquí para dar la suerte.

Desde entonces compro la lotería en un establecimiento especializado donde me preguntan si tengo preferencia por una terminación determinada y me desean que todo vaya bien.

En cualquier caso, nuestra vida entera se está convirtiendo en una "vida de conveniencia". Lo decía hace poco Alfonso Guerra en una entrevista: "La razón política y la razón moral están siendo sustituidas por la razón económica". Ahora son las 12 de la noche y salgo de la tienda de la gasolinera de mi barrio con una botella de agua mineral y un mechero. De súbito, en medio de la soledad de la noche, siento que también yo soy un hombre de conveniencia, un mercenario.