Desde los tiempos de Felipe González se ha considerado un riesgo innecesario prometer grandes cifras de empleo. Justamente lo que acaba de hacer el portavoz del PP González Pons, aunque luego ha matizado que sus 3,5 millones no son una promesa sino una aspiración basada en una suposición, terreno en el que cualquiera puede operar con absoluta libertad. También era una aspiración, basada en una suposición de mejoría económica, la cifra de 800.000 puestos de trabajo que lanzó Felipe González en la campaña electoral que le llevó a La Moncloa, allá por el lejano 1982. Aquel año se cerró con 2,3 millones de parados; cuatro años más tarde eran 2,9 millones. Al presidente socialista le falló la suposición, porque la crisis del momento aún tenía cuerda y porque la estructura productiva española precisaba un saneamiento urgente, en forma de cierre de empresas públicas ruinosas, que añadió miles de personas a la cola del paro. Extirpado el tejido muerto (la dolorosa "reconversión industrial") y cambiado el ciclo, en los cuatro años siguientes, bajo el mismo presidente, se crearon casi 0,7 millones de nuevos empleos. Pero el estigma de los 800.000 le persiguió para siempre. El fiasco de la profecía convirtió en norma huir de ese tipo de promesas, porque la realidad es perversa y le gusta hacernos quedar mal.

Pero la memoria de los gatos escaldados parece no pasar de una generación a la siguiente, y aquellos dedos pillados de los ochenta ya no inhiben la tentación en nuestros días. Por eso González Pons se lanza a disparar cifras: si se consigue animar a un millón de personas para que se conviertan en emprendedores, y cada una contrata entre dos y tres empleados, tenemos 3,5 millones de empleos. Vamos pues a apoyar la emprendeduría, y así lo resolveremos todo. Muy cazurro debe de ser Zapatero para no haberse dado cuenta de lo fácil que es salir de la crisis. Supongo que nos contarán de dónde se quitará el dinero público necesario para apoyar a los emprendedores, y a dónde van a vender estos si persiste la parálisis del mercado europeo.

Aunque quizás Pons no ande del todo desencaminado. Si antes de un par de años cambia el signo del ciclo económico, al final de la legislatura se estará creando empleo. Y si no cambia, entonces nada importará porque, como dijo Artur Mas, "estallará todo".