La Liga consagra el bipartidismo. En efecto, sólo consta de dos partidos, Real Madrid-Barça y viceversa. Una vez establecidas las coordenadas, todo madridista ha de responder a la pregunta "¿por qué me gusta Mourinho?" No busco ayuda para resolver este dilema, porque ofendería a mi vanidad. De hecho, no he encontrado a nadie ajeno al madridismo que entienda la devoción por el portugués. Pretendo saldar esa incomprensión.

Respondiendo a bote pronto, necesitamos un entrenador a la altura de nuestra frustración. Los insignificantes Queiroz o Juande Ramos carecían de entidad para canalizar la decepción en serie madridista, Schuster hablaba en otro idioma. En cambio, Mourinho aporta la efigie de un personaje clásico, en quien descargar las facturas del destino porque la gloria ya la hemos olvidado.

Con un entrenador diferente, responderíamos a la hegemonía del Barça desde la sumisión. Gracias al técnico portugués, encaramos la condición de segundones henchidos de visceralidad. Después de obtener todos los trofeos imaginables, Mourinho desembarca en el Madrid para imponer un concepto revolucionario, la derrota vital. Sistemáticamente vencido por los azulgrana, ha transmitido a los madridistas la sensación de que debieron ganar todos los duelos contra su único rival, empezando por el que acabó en cinco a cero.

Forjado en El príncipe de Maquiavelo, el entrenador madridista prefiere ser temido antes que amado. El miedo que inspira es visible en los periodistas de la capital, por no hablar de la plantilla. En concreto, Mourinho ha tratado a Pedro León peor que a Tito Vilanova. Si el trabajador del balón no cobrara en millones de euros, podría reclamar millones de euros por mobbing. De hecho, un inspector de Trabajo se interesó por las condiciones laborales de los descartes del Madrid, como si fueran prisioneros de Gadafi.

Una vez más, las simpatías de los madridistas permanecerán fieles a Mourinho, y no se ha detectado una migración de socios hacia el Getafe, para aplaudir a un Pedro León que hubiera encajado en aquel Madrid con un exceso de títulos. Florentino ficha hoy tres jugadores de origen turco y juega el trofeo Bernabéu ante el Galatasaray, porque Turquía es un país emergente con mucha necesidad de obra pública. El palco como consejo de administración. Mourinho aportará el drama, pero su carisma de perdedor caduca a final de temporada. O consigue un título grande por encima del Barça, o descubrirá las iras del madridista indignado.