Los últimos pasos de CC y NC vienen a confirmar que el nacionalismo canario es como un acordeón o un chicle. Según convenga, se estira o se encoge, se separa o se junta, se radicaliza o se modera. La culpa, evidentemente, no es del nacionalismo como ideología o movimiento político, sino de sus dirigentes, un ejemplo de supervivencia en cualquier medio natural que ya debería figurar en los diccionarios de zoología. Como las expectativas electorales están muy chungas, ahora toca unirse para tener voz en Madrid, lo que no está del todo asegurado en el caso de la provincia de Las Palmas.