No me hago a la idea de lo que es una guerra. Y no por falta de voluntad. Leo en cuatro periódicos distintos lo de Libia y me digo: esto es una guerra. Pero me lo digo al modo en que me diría: esto es un galimatías. Una guerra. Observo con detenimiento las fotos de los heridos, de los muertos, tomo notas del secarral donde aparecen hombres andrajosos con bazokas polvorientos, intento imaginar a Gadafi a un lado y a los rebeldes al otro. Pienso en los hospitales atestados, en las transfusiones de sangre, en las amputaciones de brazos y piernas, logro ver un suelo de cemento lleno de gasas empapadas de sangre? Pongo muy buena voluntad, en fin, pero no me hago a la idea. Y no soy el único. Naciones Unidas, por ejemplo, y las autoridades europeas llevan más retraso que yo. Por eso les cuesta tanto intervenir. Lo más que ocurre es que si Gadafi llama a Zapatero, no se pone.

Pasa con todas las guerras que no son de uno, creo yo. Por la superficie nos meten discursos morales y por debajo de la mesa cuentan con los dedos los barriles de petróleo. Los usuarios de la información nos quedamos encandilados con los discursos morales, que molan cantidad, y se nos escapa el truco. De acuerdo, ya han condenado ustedes a Gadafi, ya han logrado que tengamos de él una opinión distinta de la que teníamos cuando nos regalaba caballos. Ahora ya sabemos que es malo. ¿Pero cuántos civiles mata cada día? ¿De qué manera han logrado las autoridades mundiales que nos asomemos a ese horror como el que se asoma a un vídeo-juego en 3D?

Obama, ¿se acuerdan ustedes?, iba a cerrar Guantánamo en diez meses. Pero sigue ahí, veinticuatro horas al día siete días a la semana. Es el único sitio donde funcionan las urgencias. Te colocan el mono naranja al minuto de entrar y comienzan a torturarte al siguiente. Guantánamo es una maqueta del horror, un mapa de la tortura, la casa de muñecas de un perverso sexual llamado Bush. Pero el llamado Obama, cuya sexualidad parece más saludable, no se atreve a cerrarlo. Total, que si a usted le crea problemas de conciencia lo de Libia, no se ponga al teléfono cuando le llame Gadafi. Con eso, hasta nueva orden, basta.