Un Tribunal nunca llega muy lejos si no cuenta con Policía judicial. Ante la crisis de Libia el Tribunal Penal Internacional, en cuya Fiscalía se nota ya a Garzón, parece que quiere dar la talla, pero, aunque podría juzgar a los responsables, hoy no puede impedir que sigan matando. Por otra parte, no cabe esperar una intervención armada de Occidente para impedir la masacre, pues no es fácil que obtenga un mandato de la ONU. Si el TPI contara con Policía judicial sería otra cosa. Con que tuviera a su disposición una brigada aerotransportada bien equipada y un par de compañías de operaciones especiales, los delincuentes se lo pensarían. Cuando uno hiciera de las suyas, el TPI, como medida cautelar, ordenaría su persecución. Ya sé que, hoy por hoy, esto puede parecer una boutade, pero, como en el salvaje Oeste, en la sociedad global hace falta un juez con mazo y un sheriff con pistolas.