El paquete de austeridades, recortes y despidos anunciado por María Dolores de Cospedal en su calidad de presidenta de Castilla La Mancha nos da una nueva pista sobre los motivos de Zapatero para intentar llegar al final de la legislatura y, en su inevitable defecto, alargarla hasta más allá de los idus de noviembre: se trataba de obligar al PP a usar el impopular instrumento de las tijeras, hasta ahora patrimonio casi exclusivo de los socialistas.

Las elecciones locales de mayo dejaron al PSOE sin la mayor parte de su poder autonómico, y la gran victoria de los populares se leyó como anticipo inevitable de su anunciada llegada a la Moncloa, a la vez que la facilitaba: nada más humano que apuntarse al carro del vencedor. Pero a los nuevos gobernantes les esperaban días de privaciones, y se apresuraron a divulgar alarmadas noticias sobre la vacuidad de las arcas heredadas. En respuesta anunciaron sacrificios en altos cargos, coches oficiales y catering de las recepciones. Todo ello, bien visto por un electorado partidario de la austeridad de los demás. Pero hete aquí que el chocolate del loro es una partida demasiado breve, y pasado el verano llega la hora de la verdad. No se puede contraer un gasto autonómico en un 20% sin afectar a la sanidad, a la educación, a la asistencia a los desvalidos y a la corrección de las peores desigualdades, ya que a ello se destinan cuatro quintos de los presupuestos regionales.

Para conseguir un ahorro del 20%, Cospedal va a recortar en 400 millones el gasto en sanidad, va a aumentar las horas lectivas de los maestros para prescindir de interinos, va a paralizar la obra nueva, va a reducir en casi 400 millones las subvenciones a empresas, y así un largo etcétera.

Los socialistas se han apresurado a calcular en 15.000 puestos de trabajo el efecto inmediato del tijeretazo.

Cospedal no es solo la presidenta de Castilla La Mancha. Es también la secretaria general del PP, y su gestión es leída como anticipo de la que va a ser la de Rajoy cuando gobierne. De aquí a noviembre puede estallar un otoño caliente con los sindicatos en pie de guerra, y esta vez contra alguien distinto al PSOE. El argumento de "nos lo han dejado así de mal" ya se da por descontado, porque lo estamos oyendo desde mayo; lo nuevo van a ser los recortes, que van a doler, y que van a llevar una firma determinada. Para suerte de Rajoy, y como se ha demostrado con la reforma constitucional, Zapatero mantiene su proverbial capacidad para disparar apuntando a su propio pie, y ahora, además, dándole al de Rubalcaba.