Las burritas abrieron la Semana Santa. Son días que se viven intensamente como bien reflejan las espléndidas estadísticas de la ocupación hotelera y las multitudes por las calles de la capital y los municipios. De las playas a las cofradías nadie quiere que se le escape de las manos este tiempo, siempre corto, pero grande por lo que se puede vivir. Se dibuja una mezcla de descanso, vacaciones, pasatiempo y recuerdo histórico. Y tradición, sincera y generosa tradición que se repite y conserva con dedicación sin límites, como explicaba ayer Samuel Martín en su labor con la Virgen de la Esperanza de Vegueta. Pero no basta con ver pasar la procesión. Hay que ser espectador y paso a un tiempo. Y aunque se conocen ejemplos distinguidos, como Antonio Banderas, cada uno puede volver a su horizonte natural. Es un buen momento para rehumanizarnos y decir ¡Despierta! Las convulsiones que agitan el corazón del mundo, los refugiados que huyen por aquí al lado, las guerras, el paro, la crisis con sus efectos, son otras tantas cruces de esta semana que caminan hacia la esperanza. Además del ocio y del descanso placentero, la Semana Santa invita a hablar de vida, a vivir de verdad.