El trabajador no sólo es quien más sufre los efectos negativos de la crisis económica, es también al que se criminaliza. De él se dice que lo suyo es trabajar poco, que no se involucra. Que oposita a la Administración porque -creen- ahí no se da un palo al agua. Existe una corriente obtusa de pensamiento basada en ver la realidad laboral bajo un solo prisma: el deber del trabajador de ser productivo a toda costa y sin ningún límite. Este énfasis en el deber es lo que obstaculiza la ansiada productividad, y se podría argüir opera pro pecunia, según es la paga así es el trabajo. El derecho al trabajo es un derecho-deber; por eso, dicho deber acaba donde el derecho comienza, el cual se compone del derecho al descanso, al ocio y al desarrollo de la personalidad. El ámbito del derecho es más importante que el ámbito del deber, puesto que la mejora de derechos es lo que provoca mayor observancia del deber. El trabajo que sólo se concibe para producir empresarialmente es menos productivo que aquél que crea un espacio de libertad permitiendo el crecimiento cultural del ser humano, un "producir" culturalmente para sí mismo, para su propia realización personal. Un trabajador motivado es el que más produce porque en su tarea se siente persona. La filosofía neoliberal ha equiparado el ser humano a una máquina, de ahí que sólo vea obligaciones en el trabajador, y derechos pocos, cada vez menos en pro de la productividad. Se trata de producir y no de ser. Se olvida que cuanto más se es, más y mejor se produce, porque se trabaja sobre la base de lo que se quiere y se siente. La simbiosis ser-trabajo sentido, querido, es la más sana e idónea para estimular la producción. Este principio es el que debería inspirar todo el sistema educativo y la legislación laboral; y la perfecta armonía empresario-trabajador se daría cuando no pueda decirse quién sirve a quién, quién manda y quién obedece. Hoy, la realidad se impone y es lo cierto que la mayoría de los trabajadores no trabajan en lo que les gusta, sino en lo que encuentran, si es que lo encuentran. La misma crisis ha retroalimentado la economía sumergida, que esa es otra, donde espero que los trabajadores al menos sean felices con el desempeño de sus labores de supervivencia.