El bipartidismo estatal, con una rapidez sospechosa, acuerda reformar la intocable Norma Suprema, para limitar el gasto futuro de las Administraciones Públicas. Dicen que para tranquilizar a los mercados, o sea, los grandes capitalistas internacionales. Con los restantes grupos parlamentarios y la mayoría de la sociedad española en contra, reclamando un referéndum, esto es un artero golpe de estado bananero. Los argumentos económicos para tal decisión no sólo esconden las verdaderas intenciones: acabar con nuestro estado de bienestar cediendo al gran capital, sino que son, además, grotescos y falaces.

Porque este techo del déficit público no es contemplado por los dos grandes partidos para otras heridas abiertas de gastos superfluos: la Casa Real, cuyo coste total anual desconocemos, aunque sí sabemos que Juan Carlos I es el tercer monarca más rico de Europa, con una fortuna estimada en casi 2.000 millones de euros. Ni para el Senado -cámara subordinada al Congreso y absolutamente prescindible, de hecho fue suprimida en la Primera República-, cuyo presupuesto anual asciende a más de 55 millones de euros. Tampoco a los gastos militares, de miles de millones. Y los rescates a bancos y cajas por centenares de miles de millones; y esos millares de millones en financiación a la iglesia católica en un Estado aconfesional. Las más de 5.000 empresas públicas cuyo costo asciende a más de 30.000 millones. La limitación de los precios de los servicios públicos esenciales, como el agua, la luz, el gas, la calefacción, las telecomunicaciones?, hoy en manos de grandes corporaciones privadas, gracias a decisiones del bipartito español.

Las propuestas para reformar la Carta Magna, que provienen de sectores progresistas de la sociedad, son rechazadas sistemáticamente de plano. Sin embargo, al margen de la opinión ciudadana, se ponen de acuerdo las dos derechas españolas, la de la gaviota y la de la rosa daltónica, de espaldas al pueblo, redactando el fin del estado social, derechos conquistados durante decenios. Y dentro de poco nos pedirán el voto sin remilgos.