Angela Merkel nos quiere gobernar. En su encendido discurso del pasado miércoles ante el Bundestag dijo tres cosas que, juntas, adquieren todo su sentido. Dijo que no hay futuro para Alemania sin Europa, ni para Europa sin el euro. Dijo que hay que reformar los tratados para que un verdadero gobierno europeo, con un verdadero poder, pueda usar el látigo allá donde los socios díscolos no cumplan las normas. Y dijo que el camino a seguir para que Europa salga más fuerte de la crisis es el que ha andado Alemania, o sea, el suyo: "la consolidación presupuestaria y la apuesta por la competitividad son el camino correcto". Lo que traducido significa que los malos tiempos de combaten apretándose el cinturón a todos los niveles, desde el gasto público hasta los salarios privados. Más fácil: produciendo más y cobrando menos, así en salario directo como en indirecto -prestaciones sociales-. Esta es la receta Merkel y, por si había dudas, se cargó con una sola frase toda la política económica seguida desde los años sesenta, de "crecimiento económico a cualquier precio, a base de décadas de endeudamiento". Al parecer, toda Europa lo ha hecho mal durante medio siglo. Uff.

Merkel está coleccionando derrota tras derrota en elecciones parciales, y los analistas consideran que una de las causas es el rechazo al uso de impuestos alemanes para rescatar a países que la rigidez germana considera perezosos y poco fiables. Pero la alternativa de cerrar el grifo, y dejar que los perezosos mediterráneos se hundan (nos hundamos), equivale a disparar una reacción en cadena que acabaría arrastrando a la propia Alemania. Eso Merkel lo sabe, aunque los electores solo vean el descontrol sin fin del gobierno de Atenas. Para conciliar los polos de la contradicción, la canciller propone a sus ciudadanos y contribuyentes el siguiente trato: vamos a continuar apostando por Europa, pero solo si podemos mandar, y entonces les mandaremos que se dejen de lloriqueos y hagan como nosotros: sacrificios con disciplina. Desde luego, nada de eurobonos que los epicúreos meridionales nos íbamos a gastar en vino. Esta es la propuesta, pero falta por saber si la van a comprar aquellos a quienes se dirige: los rescatados y rescatables por una parte, y los electores germanos por la otra. La ha comprado, incluso con anticipación, la Gran Coalición española, y Merkel nos ha felicitado. ¿Iremos al cielo por ello?