Puede uno ser más o menos consecuente, pero lo que no debe hacer es engañarse. En no engañarse hay una moral superior, y en engañarse el más mortal pecado, pues mata una de las potencias del alma, el entendimiento. En este tiempo todos echan pestes de los sindicatos, pero el más poderoso de todos (e invisible) es el Sindicato-de-defensores-de-lo-que tenemos, o Sindequete, al que se afilia uno de forma automática, sin boletín, en cuanto tiene cuatro cosas, y a veces ya en cuanto espera tenerlas. El Sindequete tiene estructura piramidal, con muchos escalones, pero al final habla con una sola voz. Esa voz única del Sindequete busca ahora que la gente se ponga contra los sindicatos, a los que repudia visceralmente, pues a lo largo de la historia son los únicos que le han plantado cara. Como esto funciona así, al menos debemos saberlo, pues como decía al principio nunca hay que engañarse.