Nos van a volver locos. Cada día nos sobresaltan con algo nuevo. O viejo. Porque como recuerdan los mayores del lugar, lo de rebajar el límite de velocidad por carretera ya se le había ocurrido a Carrero Blanco. Antes de ayer fue el tabaco, ayer lo de la carretera, hoy que hay que cambiar las bombillas de los túneles y las farolas. Mañana, vaya a usted a saber cuál será la ocurrencia. El caso es tener al personal hablando de cuestiones ajenas al verdadero problema que tiene la economía española.

Que no es la escasez de energía. El problema es el paro. Los cuatro millones y medio de parados. Sesenta mil más en el mes de febrero. Ese es el problema. Ese y la falta de crédito para que las empresas, las pequeñas y las medianas, puedan mantener abierto el negocio, puedan crecer y contratar trabajadores o, cuando menos, que no se vean obligadas a despedir gente.

Cómo crear empleo o cómo conservarlo para que no siga creciendo el número de parados y se amplíe la espiral de impuestos que permiten pagar los subsidios de desempleados. De esto es de lo que deberíamos estar hablando y no de las bombillas y de la velocidad a la que pueden circular los coches por las carreteras.

Cualquier experto en comunicación sabe que cuando un Gobierno tiene problemas ¡y vaya si Rodríguez Zapatero los tiene!, trata de distraer la atención del personal creando debates colaterales alejados del núcleo principal de sus preocupaciones. A cincuenta días vista de unas elecciones, hablar de bombillas o del tabaco es dejar de hablar de una gestión económica que en tres años no ha sido capaz de afrontar la crisis como sí lo ha conseguido Angela Merkel en Alemania.

Y sólo es un ejemplo, porque hay otros países en la Unión Europea que también están creciendo. España, no. ¿Por qué? ¡Ah! ya saben, de eso no toca hablar. Ahora lo que toca es un debate sobre cuándo, cómo y por qué es conveniente apagar la luz. Nos toman por tontos.