En los últimos meses el turismo de cruceros se ha incrementado de forma notable en los puertos canarios. Madeira, Canarias y Marruecos han entrado de firme en la programación de estas últimas temporadas, y la tendencia parece que se incrementa. Atractivos no faltan, desde luego. Es curioso que nuestras islas sobrevivan siempre a la mala gestión que padecen, debe ser que tienen una fuerza volcánica capaz de superar todos los obstáculos, debe ser que siempre flotan y salen a la superficie tras las mayores adversidades.

Los responsables de Turismo -asignatura que tendría que ser fundamental para nuestros dirigentes- deberían hacer ellos mismos algún crucerito y visitar los puertos europeos y americanos para comprobar qué se puede hacer a favor del turismo de cruceros. Así, podrían ir a Helsinki, San Petersburgo y al resto de puertos bálticos, Aruba, Curaçao, Isla Margarita, Grenada, Santa Lucía, etcétera. Podrían enterarse de cómo en muchos puertos especializados en turismo de cruceros nada más salir del recinto hay atractivos y ofertas que el visitante valora. Carpas donde se ofrece artesanía, regalos, souvenirs de todo tipo y condición, mercadillos, centros históricos bien señalizados.

Nosotros siempre hemos ido a remolque, siempre por detrás. ¿Cuánto tiempo fue necesario para instalar la guagua turística en la ciudad de Las Palmas? A nuestros dirigentes les convendría viajar, porque viajando y mirando se aprende bastante. Viajando y tomando nota, claro. ¿Cuántos concejales de Turismo ha habido en la ciudad de Las Palmas en los últimos tiempos? ¿Qué decir de la ínclita consejera del Gobierno de Canarias que confundió la casa de los Sall con la casa de la Sal? Pues bien: los turistas que llegan a los puertos canarios, particularmente al puerto de La Luz, se encuentran unas calles mal aseadas, con bares y restaurantes decadentes, con un comercio estancado.

La opción que tienen en cuanto desembarcan y entran en la ciudad portuaria es ver suciedad, ruido, coches. La presencia de los cambulloneros podría parecer tercermundista pero por lo menos suponía animación y exotismo a los ojos del visitante.