Hay cosas que acaban convirtiéndose en utopías. ¿Por idílicas, irrealizables? No. Por irrealizadas. En el endémico isleñismo en que estamos constreñidos los grancanarios, y de modo especial dentro del ámbito capitalino, derivamos a lo más difuso. Tendemos a las ideas. El ámbito de las ideas ("conocimiento puro, racional, debido a las naturales condiciones de nuestro entendimiento") no tiene límites. Pertenece a la concepción humana. El problema, llevado a lo laberíntico, es que entre las ideas volátiles y el pragmatismo -consecuencias prácticas del pensamiento- media un enorme trecho. En suma, tal como exponía Demóstenes: las palabras que no son seguidas de ningún efecto no sirven para nada. Lo mismo cabe decir de las planificaciones, esas que se escenifican en proyectos que no pasan del papel y se amontonan en los despachos, hasta apolillarse. ¿De qué nos sirven? ¿Justificamos así presuntas actuaciones?

Nuestra ciudad, Las Palmas de Gran Canaria -primerísima urbe de esta parte del Atlántico- es un paradigma al respecto. Aquí las ideas -ayer y hoy- surgen a borbotones. Una exposición detallada llevaría a engorrosos capítulos. Citemos, por ejemplo, el caso de la Base Naval, para convertirla en estación de cruceros turísticos, cuya presencia, hoy, se hace cada vez más frecuente en nuestra bahía. Un buen aporte para la actividad, el turismo y la economía. El 31 de julio de 2001, en el acta constitutiva de la "Comisión Especial del CIT para la recuperación ciudadana" de la citada Base, se cita que en 1997 el CIT, siendo presidente don Manuel Guersi Sánchez, acuerda apoyar estas iniciativas, con un manifiesto firmado por 18 alcaldes de Gran Canaria y entidades culturales y económicas de la isla (Cámara de Comercio, Universidad, Colegios profesionales, etc.) Encomiable propósito, frenado de raíz. Humo de paja: La Gran Marina, la regeneración del litoral (Guiniguada incluido), Proa 2020 ("Navegamos hacia el futuro") Futuro más bien indefinido y más aún con la agravante de la crisis que lastra. Rehabilitación de La Laja, piscinas naturales, zonas deportivas... En el deprimido Puerto: vías peatonales, jardines, hoteles... Y con el Plan Zapatero, obras en la plaza de La Puntilla ejecutadas pésimamente; en el Paseo de La Cornisa (Escaleritas) un mirador más bien parecido a corral de cabras.

Señores ediles del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria -quienes gobiernen ahora o advengan después- deliberen seriamente. Actúen. Dejen a un lado los partidismos, con prevalencia del interés general. No malgasten años en parafernalias inútiles que frenan el progreso de la capital y el bienestar de los ciudadanos. Que son, vía impuestos, los que contribuyen para que se proceda con la diligencia y dimensión exigibles. Se han dado, en las últimas décadas, pasos agigantados (no de exclusivas competencias de la municipalidad): Avenida Marítima, Circunvalación, Universidad (con 300.000 personas clamando en la calle), Auditorio Alfredo Kraus, Teatro Pérez Galdós... Esta es la línea a seguir, con realismo. La ciudad, en diferentes ciclos, decayó en perniciosos letargos. Estamos en uno de ellos, con descollantes proyectos en parálisis total. Ha habido demasiadas frustraciones en los momentos de bonanza. Ahora toca aguzar el ingenio y la determinación para salir del marasmo. Es axiomático: las grandes y singulares obras son las que dan lustre y resonancia a las grandes ciudades.