Hoy es día de San Antonio, el santo al que se reza para tener novio, según la tradición. Aunque tras la constitución de los ayuntamientos sólo queda el grancanario de Valsequillo para formarse hasta que el Tribunal Supremo dictamine la validez de las papeletas impugnadas, las capitulaciones en torno al Gobierno regional se tornan cada vez más arduas y necesitarán mano de santo.

Y es que el caso palmero, con precisamente un Antonio, Antonio Castro, en las negociaciones va a necesitar más de una vela al santo noviero. El majo y limpio en los ayuntamientos hecho en la Isla Bonita con Coalición por medio de los pactos PSC-PP no son precisamente ramos de flores ni cartas de arrullo para los palmeros, que, indignados, están sufriendo en sus carnes los desaires de una de las partes contratantes y una posible compensación en cargos públicos regionales aliviaría el disgusto, pero no el ultraje.

Los preparativos de este matrimonio de conveniencia entre socialistas y nacionalistas continúan, ya que a ninguno les seduce el cortejo de Soria, que, como el Yago de Otelo, busca sembrar la duda para que algunos de los amantes -¿quién será Otelo?- acabe por despecho con el otro.