La gran gala del cine español funciona desde que la presentan estrellas de la televisión. Si los cineastas autóctonos son incapaces de elaborar un discurso ágil de agradecimiento de un premio, ¿cómo van a rodar una película de dos horas en condiciones? Sólo un millón y medio de españoles han visto alguna de las cuatro películas que optaban al Goya, y que sumadas no alcanzan la mitad de la recaudación en España de Toy Story 3. Esta hostilidad manifiesta demuestra que no todo está perdido en la capacidad de discernimiento de nuestros conciudadanos.

La indiferencia hacia el cine español se combina con la audiencia masiva de la gala, lo cual demuestra que una película de terror titulada La Academia abarrotaría las salas. En un ejemplo de patrimonialización que abochornaría a Mubarak, la insoportable Balada triste de trompeta del presidente de la academia contaba con quince nominaciones, por trece de la evangelizadora También la lluvia de la vicepresidenta y presidenta en ciernes, sin olvidar una mención para la compañera de uno de ellos, probablemente la peor actriz del cine español frente a una dura competencia. Pa negre y Buried cumplían la misión de barnizar la competición con una apariencia de juego limpio, pero tenían el inconveniente de ser mejores películas que las firmadas por los copresidentes.

Por tanto, Agustí Villaronga se cargó los Goya, en el sentido de que estropeó un autohomenaje sonrojante -el discurso de De la Iglesia se titulaba El cine soy yo-, y de que cargó con una tonelada de estatuillas sobradamente merecidas, salvo que la oligarquía académica relegó a las muy apreciables Entrelobos y Bon appétit. A falta de lógica, hubo justicia, pues alguien deberá explicar la selección de También la lluvia para los Oscar, cuando sólo obtuvo tres premios muy secundarios a escala nacional. El cine español predica una democracia que no practica, y recordaremos el sentido homenaje del presidente de la Academia a internet la próxima vez que nos reclamen siete euros en taquilla. En cuanto al excesivamente nervioso Buenafuente, no volverá a presentar la gala si Icíar Bollaín se eleva a la presidencia.