Se ha desatado una pelotera a raíz de la publicación de un artículo de Francisco Rico, filólogo y miembro de la Real Academia Española, en contra de la recién aprobada ley del tabaco. No ha sido el contenido de su texto el que ha desencadenado la polémica. Se acusa a Rico de haber mentido al decir en su artículo que no fuma, siendo un fumador empedernido. Sus adversarios han desviado la atención hacia lo irrisorio e insustancial, erigiéndose en defensores de la veracidad de la información como criterio a seguir en la labor periodística.

Parece que declarar que no se fuma, siendo un fumador, es una gran mentira, y, sin embargo, parece no serlo hablar de búsqueda de armas de destrucción masiva -como se hizo en la guerra de Irak- cuando lo que se buscaba, en su lugar, eran víctimas civiles. Es un botón de muestra de cómo en la actualidad el mundo de lo real se presenta bajo una realidad textualizada e incuestionable, que presenta como verdad lo que se dice.

Sobre la palabra como esclava de la lógica del modelo de sociedad escribió con coraje Karl Kraus, escritor y periodista de la Viena de fin de siglo. Su pluma apuntaba también a nuestro futuro, ya vuelto presente, al que habría que regresar para retomar un debate cuya vigencia persiste. Habría que preguntarse acerca de las fuentes de información mezquinas, hipócritas, mentirosas, infames y asesinas, capaces incluso de dar noticia del acontecimiento del mal sin nombrar a sus responsables o anunciarlo como delitos colectivos que carecen de culpables.

Frente a quienes desatan peloteras fundadas en banalidades, yo propondría oponerles un cuestionamiento de nuestra época, con rasgos tan parecidos a los que detectaba Kraus en la suya. Una época, en la que, como escribió este periodista mordaz, "ocurre lo que uno no podía imaginarse, época tan seria que se muere de risa ante la posibilidad de que pudiera ir en serio, época ruidosa que retiembla con la sinfonía estremecedora de acciones que provocan noticias y de noticias que disculpan acciones."