Durante años el agujero que surgió tras el desescombro de las Torres Gemelas, entre tanto se sucedían las ideas sobre qué hacer en ese lugar, cómo organizar horizontes de sentido desde una praxis arquitectónica, espacial, que reflejara que la vida podía seguir -con el recuerdo de unas víctimas que nunca serían olvidadas pero que tampoco lastrarían al país, es más, que se convertirían en motor de futuro- quedó como un solar. Era un solar, de hecho. Y chocaba. No se trataba de una dejación americana, sino de que la pastoral americana por el atentado contra el WTC -tan distinta de la de la novela de Philip Roth, la de aquel tipo convencional al que pequeñas decisiones y sucesos fortuitos fulminan su mundo- tuvo un impasse largo, por la burocracia, por lo difícil de la decisión, por razones políticas, e incluso turísticas. Años así. Y finalmente afectó la crisis global, igualmente surgida en Estados Unidos, que se suma ahora como telón de fondo -ruido de fondo- del décimo aniversario del 11-S. Vallado con planchas metálicas sorprendentemente poco a tono con la brutal significación de aquel agujero, la banalidad aparente del espacio que tan en vilo tuvo a la Humanidad era de entrada como un revés, algo con los acentos del absurdo. Había, todo lo más, una pasarela elevada, con algunas fotos y letreros, dentro de esa estructura básica, metálica, desde la que podía verse el agujero. Y, en otro lado del solar, un espacio abierto y techado, con fotos de víctimas. Miré desde la pasarela elevada buscando que el espacio que albergó el acontecimiento que inauguraba el siglo XXI me transmitiera su sentido y sólo vi tierra, tierra y grandes tractores amarillos a un ritmo lento... creí ver nada. No obstante, aún en el Downtown, ya en ausencia del solar del 11-S, noté de pronto la potencia de esa nada que me había sido mostrada. Sentí el vacío primordial que sostiene a la existencia, el origen de la vida. Al final lo han hecho bien en Nueva York, el otro día vi en fotos un sutil espacio libre con dos piscinas, el agua corría, en la Zona Cero. Está muy bien haber respetado el espacio de la nada.