La Provincia - Diario de Las Palmas

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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

Cita previa

Una mañana tempranera en un organismo cualquiera de la Administración, donde proliferan mesas de colores y estructuras desiguales. La veterana funcionaria se encomienda a la labor de poner sus simples aparejos en posición de atención al público. Nadie la espera, por lo que no hay agobio ni riesgo de contagio. Superada la rutina de la operación de apertura del chiringuito, le llega el primer tramitador. Y ella, rauda, le espeta: “¿Ha pedido cita previa?”. Resulta el preámbulo de un fracaso: “No, pero ahora mismo no hay nadie”. No hay marcha atrás: “Ya, pero es por ley”. E insiste el afectado: “Es que llamo por teléfono y me tienen colgado hasta una hora con música hasta que la comunicación se corta”. Nada de autocrítica: “Bueno, es cosa del robot, ahí no se puede hacer nada”. Una petición antes de darse por derrotado: “¿Es posible que me coja usted la cita previa?”. No hay compasión: “Imposible, hay un protocolo, lo único que puedo hacer es darle una línea de atención al público, lo mismo ahí le pueden resolver el problema”. La estancia destartalada sigue vacía, sigue sin venir nadie. La funcionaria ya está en su guarida, con la cabeza empotrada en su ordenador, por lo que no hay posibilidad alguna de rogarle que haga una excepción e incumpla la ley que ella sacude como si fuese la palma de una palmera. Un último atrevimiento con el riesgo de que se enfade y suba el tono de voz. Aparenta una larga vida profesional, plagada de traslados y corroída por una serie de jefes que han acabado amargándole el paladar: “¿Me puede decir dónde está recogida la ley?”. De la contestación sólo queda claro “BOC”, al estilo enfático de “James Bond Bond”. Lo demás es una retahíla ininteligible de números y fechas. La dependencia oscura, a la vista está, soporta por ahora poco trajín, como si la cita previa se administrase a través de dosis dilatadas en el tiempo. De vuelta a casa, sólo cabe poner en orden las citas previas pendientes: centro de salud, oficina de la Seguridad Social, matrícula de la universidad, peluquería, veterinario, punto verde, psicoanalista, óptica... Entra un torrente de fechas y horas. Una burocracia tremenda y un goteo permanente de alertas al móvil y al email para avisarnos. Pruebo por orden: me dicen que la doctora del centro de salud me llamará a una hora muy definida, aunque nunca es exacto. Funciona según lo acordado y hasta me da placer ver que me haya tenido que llamar ella, que por una vez no he tenido que esperar turno en la sala. Humanos, siempre igual.

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