La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

De Donald Trump a Eisenhower

El 17 de enero de 1961 el presidente saliente de Estados Unidos, Dwight Eisenhower, en su discurso de despedida a la nación dejó para la Historia un discurso memorable del que entresacamos algunos párrafos: “Debemos evitar la compra de influencias injustificadas ya sean buscadas o no por el Complejo Militar Industrial. El potencial para el desastroso aumento del poder fuera de lugar existe y persistirá. Nunca debemos permitir que el peso de esta combinación ponga en peligro nuestras libertades o procesos democráticos... Nosotros -ustedes y yo, y nuestro gobierno- debemos evitar la tendencia a vivir únicamente para el hoy, saqueando por comodidad y facilidad los preciados recursos del mañana. No podemos hipotecar los bienes materiales de nuestros nietos sin correr el riesgo de perder también su herencia política y espiritual... Queremos que la democracia sobreviva para todas las generaciones venideras, no que se convierta en un fantasma insolvente”.

El discurso de Eisenhower ha sido objeto de numerosísimos análisis de historiadores y politólogos, pero a nadie se le escapa que fue una llamada de alerta sobre el peligro del Complejo Militar Industrial, es decir, la conjunción de intereses entre la industria armamentística y los supuestos objetivos de la defensa nacional. Una alianza que puede llegar a convertirse en el más poderoso grupo de presión política de la nación recurriendo, si hiciera falta, al soborno y a la compra de voluntades. ¿Qué otra cosa hubiera querido expresar Eisenhower al decir “debemos evitar la compra de influencias injustificadas, ya sean buscadas o no por el Complejo Militar Industrial?”. Una reflexión que cobra todavía mayor importancia si consideramos que la hace un general que, después de ser jefe supremo de las fuerzas aliadas en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, fue presidente de los Estados Unidos ocho años por el Partido Republicano, y un personaje muy popular al que la ciudadanía llamaba Ike’ cariñosamente. (Por cierto, también fue el hombre que vino a España para dejarse abrazar en Barajas por Franco a cambio de permitir la convivencia de la dictadura con las democracias liberales y, por supuesto, la instalación de unas estratégicas bases militares).

Sesenta años después, otro presidente norteamericano y candidato a la reelección por el Partido Republicano, el inefable Donald Trump, ha vuelto a hablar del Complejo Militar Industrial, si bien en la forma contradictoria marca de la casa. En la primera andanada dijo que “los altos cargos del Pentágono no quieren hacer nada más que luchar en guerras para que todas esas maravillosas compañías fabriquen bombas y hagan planes para que el negocio se mantenga. Pero estamos saliendo de guerras interminables y a algunas personas les gustaría seguir gastando fondos”. Una declaración que no se corresponde en la práctica con el perfil ideológico de los miembros del Gabinete del presidente en el que predominan los militares, los empresarios ligados al sector financiero y petrolero e ideólogos ultraconservadores. Todos ellos, se supone, personal de confianza del Complejo Militar Industrial. La democracia norteamericana, como temía Eisenhower, se ha convertido en un “fantasma insolvente”.

Compartir el artículo

stats