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Punto de vista

José Mateo Díaz

Los Jueces, el servicio a la Ley y el sentido común

Hace pocas fechas me llamó Antonio Gándara para pedirme un dato relativo a José Luis Vallejo Cabrera, destacado Secretario Judicial, que además fuera, gratis et honore, Encargado de Relaciones con la Prensa, por acuerdo de la Sala de Gobierno del TSJ de Canarias.

El apellido me trajo a la memoria a Luis Vallejo Quero, que fuera Juez Municipal de Las Palmas, junto con Miguel Díaz Reixa y Francisco Baquero Fortes, que con él integraban la Justicia Municipal de Las Palmas en aquella época.

La desaparecida Justicia Municipal prestó destacadísimos servicios en España, descargando hasta el agotamiento a los órganos judiciales superiores. El juicio de cognición, el juicio verbal y el antiguo y fecundo juicio de faltas eran sus herramientas. Sobre todo el juicio de faltas, que incrementó su inmensa utilidad a medida que el auge del automóvil multiplicó los accidentes de circulación.

Luis Vallejo era una persona dotada de una humanidad que impresionaba. Con una cortesía natural y auténtica, lo mismo atendía y comprendía a la persona más desfavorecida y necesitada que se le acercara que a la que se considerara importante

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Todos fueron personas inolvidables por muchos conceptos. A menudo recuerdo un episodio con Luis Vallejo que pone de manifiesto lo que vale la personalidad de un Juez, su experiencia y su sentido común, y que puede servir para tomar partido en el eterno dilema entre justicia rápida y justicia lenta. Luis Vallejo era una persona dotada de una humanidad que impresionaba. Con una cortesía natural y auténtica, lo mismo atendía y comprendía a la persona más desfavorecida y necesitada que se le acercara que a la que se considerara importante. Se tomaba absolutamente en serio todo lo que tuviera que resolver, lo mismo fuera un complejo problema técnico que algo de gran sencillez.

Cuando entró en vigor la Ley de Matrimonios Civiles pude presenciar, en alguna a que asistí, con qué seriedad auténtica dirigía él la ceremonia. Dirigía una plática de unos cinco minutos a los contrayentes que bien hubiera podido firmar el sacerdote más exigente.

Los Juzgados Municipales tenían por costumbre señalar juicios de faltas una o dos veces a la semana, en cantidad que solía oscilar entre veinte y treinta juicios, en curiosa amalgama de asuntos de todas clases, desde simples riñas de vecinos o desobediencias leves hasta accidentes de circulación y cuantos asuntos fueran clasificados como simples faltas, entre los que abundaban muchos con víctimas mortales.

El cálculo que se hacía en la oficina judicial para hacer los señalamientos era, más o menos. la de prever una duración máxima de un cuarto de hora para cada juicio, contando además con el hecho de eran frecuentes las suspensiones, por problemas en las citaciones de los intervinientes como testigos o peritos en los juicios, lo que permitía compensar las duraciones de unos y otros.

Todo esto es necesario para evaluar lo que ocurrió una mañana, siendo yo Presidente del TSJ, en que al pasar por la plaza de San Agustín vi que estaba abarrotada de gente, porque el Juzgado Municipal 2, en el que servía Luis Vallejo, estaba celebrando juicios. Abogados, peritos, interesados, testigos y simples curiosos producían la aglomeración y el bullicio habituales.

Al subir a la planta en que se halla la Presidencia observé también una gran cantidad de gente, y entre ellos Abogados sumamente conocidos de Las Palmas y de Madrid, muchos vestidos de negro como dispuestos a una actuación profesional. Tras saludarlos me dijeron que deseaban exponerme un problema muy grave. Accedí a recibir como mucho a seis y, ya en el despacho, me dijeron que estaban en Las Palmas porque en el Juzgado Municipal 2, esa mañana, a las 12’10 horas, estaba señalado el juicio del petrolero Alexandra. Los que habían acudido a mí representaban el Gotha de la Abogacía de Madrid, Paris, Londres y Nueva York y asimismo el Gotha de las compañías de seguros del Universo. Su preocupación nacía del hecho de que en la lista de señalamientos del Juzgado, que figuraba en la puerta de la Sala de Audiencias, se asignaba al juicio una duración de 15 minutos, lo que convertía el juicio en imposible de celebrar, dado el número de partes personadas, como responsables civiles o penales, y el volumen de pruebas que iban a proponer. Eran varias las entidades afectadas por las responsabilidades civiles que pudieran derivarse y venían acompañados con peritos destacados designados por las aseguradoras, muchos de lo cuales se habían desplazado desde países extranjeros.

El petrolero Alexandra había naufragado cuando todavía existía la jurisdicción castrense de Marina, no recuerdo el año exacto. Se hundió en lo que todavía eran aguas jurisdiccionales españolas en el Africa Occidental Española, y causó creo recordar que más de 20 fallecidos. La jurisdicción militar de Marina, se hizo cargo de la investigación del suceso, con toda dedicación, hasta que en 1987 , una Ley Orgánica modificó redujo las jurisdicciones castrenses al estricto ámbito militar, con lo que las diligencias hubieron de pasar a la jurisdicción ordinaria. Personalmente yo recuerdo ver un camión de la Marina, con varios infantes, descargando cajas y cajas de diligencias, de las que hubo de hacerse cargo el Juzgado de Instrucción Decano, y finalmente llegaron al juicio que narramos.

Me dijeron, seguramente queriendo quedar bien con sus clientes, que no había sido posible hablar con el Juez y que estaban preocupados ante el temor de que el juicio no se celebrara con todas las garantías, lo cual podría ser un escándalo internacional, por lo que pedían mi intervención para tener la seguridad necesaria, ante lo que les dije más o menos que me extrañaba que Letrados tan experimentados me hicieran una petición tan absurda .Se fueron y me quedé preocupado. Las horas pasaron y finalmente, desouès de las dos, regresó un pequeño grupo. Alborozados me dijeron que el juicio se había celebrado. El Juez no admitió ninguna prueba que no estuviese ya en las diligencias, y entre ellas las periciales. Además redujo sus informes a sólo cuatro minutos.

La decisión final fue condenar a multas a los responsables penales y solidariamente a todos los acusados y condenar asimismo a las entidades aseguradoras personadas al pago total de las indemnizaciones en proporción a las cuantías de las respectivas primas

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Finalmente les dijo que haría un breve receso para dictar sentencia in voce. La decisión final fue condenar a multas a los responsables penales y solidariamente a todos los acusados y condenar asimismo a las entidades aseguradoras personadas al pago total de las indemnizaciones en proporción a las cuantías de las respectivas primas. Estaban alborozados. Es lo que deseábamos todos, sólo que no nos era posible ponernos de acuerdo, pues siempre había alguno que se echaba para atrás y prefería esperar a ver que pasaba con la sentencia.

En estos momentos en que el Poder Judicial pasa por la afrenta que le ha sido inferida hace pocas fechas, por una decisión incalificable del Ejecutivo, es agradable evocar la imagen de uno más de tantos Jueces, todos, servidores de la sociedad y sobre todo, de la Ley y del sentido común que en otros sectores parece haberse perdido.

JOSÉ MATEO DÍAZ es EX MAGISTRADO DEL TRIBUNAL SUPREMO.

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