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Carmen Martínez-Fortún

La curiosa impertinente

Carmen Martínez-Fortún

Mascarillas

Hace solo unos penosos meses, la mascarilla era algo lejano para orientales o par aalgún conciudadano víctima de alergia molesta y moqueante. Un día como otros sugerí en la añorada sala de profesores que los asiáticos tal vez no fueran tontos y que no entendía por qué ante la amenaza creciente no se generalizaba aquí. Hubo elucubraciones variopintas, ajenos en aquel venturoso febrero al dolor inminente. Que si en China o Corea se protegen de la horrible contaminación, que si en Japón se la plantan a la mínima dolencia para no contagiar ni faltar al trabajo, que si esto, que si aquello.Luego en plena debacle, asistimos a la inicial y lamentable decisión de la OMS de no recomendar su uso porque podía generar una peligrosa falsa seguridad, teoría a la que se abonó Simón, cabeza visible de un enigmático comité de expertos.

Al final se hizo obligatoria en España, dicen los mal pensados que cuando ya había existencias, pues la pandemia como a tantos pilló a nuestro gobierno con la guardia bajada. Desde luego, si nos hubieran advertido de su verdadera efectividad, ya nos las habríamos agenciado caseras el pueblo doliente y confinado, que es lo que hicimos. Hoy se exigen hasta para pasear solos por la orilla del mar, bajo amenaza de multas, siempre multas.

Trump se negó a ella y Lady Gaga se puso 50 en una hora. Se usaron contra Ayuso, la cara desnuda entre sorbo y sorbo y contra Sánchez en un momento fugaz. Hay quienes siguen colgándosela de la barbilla o del codo o dejando al descubierto su apéndice nasal. Y abundan consejos peregrinos para prolongar su vida útil, como plancharlas al vapor, secarlas con secador o meterlas en el microondas.

Las hay de todo tipo: patriotas, reivindicativas, de neopreno, de tnt, de batista, de hilo, de lino, de seda y de poliéster, quirúrgicas, higiénicas, ffp2, y hasta egoístas. Ayer el Ayuntamiento de Arroyo de la Luz (Cáceres), donde ejerzo de profesora en un colegio, nos regaló una a cada alumno y profesor con el lema “déjate querer”. En eso andamos, querido lector, la gente de a pie que hace y levanta este país. Pese a los graznidos de los cuervos y las risas de las hienas.

CARMEN MARTÍNEZ-FORTÚN es PROFESORA

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