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Lamberto Wägner

Tropezones

Lamberto Wägner

Acoso al idioma II

Uno ya no se escandaliza por las vejaciones a la lengua en los medios escritos, sobre todo si los plumillas de turno se empeñan en el uso de expresiones inocuas (”la situación es la que es”) refranes facilones usados como muletillas de relleno, o mantras trillados (”la pandemia no sabe de fronteras”). Pero cuando se dan palabras o expresiones desnaturalizadas por columnistas de relumbrón, de los que encima echan horas extras como tertulianos en la tele, creo que es el momento de poner pie en pared. Una de dichas palabras es el verbo “adolecer” utilizado por muchos con el bastardo significado de “carecer”. El sentido correcto, según el diccionario, es “tener o padecer algún defecto”. O sea que el citado mal uso de este verbo “adolece de una patente falta de rigor”. Otro empleo torticero suele ser el de los adjetivos “caro” o “barato”, aplicados directamente al precio de determinado producto. Pues no. Un precio podrá ser alto o bajo. El artículo en cuestión es el que nos parecerá caro o barato.

Y lo que sí suele salir caro son los billones y trillones, cuando el periodista perezoso se limita a transcribir los “billions” o “trillions” de la prensa anglosajona, sin darse cuenta que un “billion” de dólares no son sino mil millones, no un millón de millones como en español. Del mismo modo, un “trillion” es lo que en español se denomina billón. Un trillón sería por el contrario en español un millón de billones.

Otra confusión, desgraciadamente bastante generalizada, es la que persigue a los términos “potencia” y “energía” manejados indistintamente, como si de sinónimos se tratara. Aún a riesgo de ponerme estupendo, trataré de aclarar los términos con un ejemplo. Si disponen en su hogar de una plancha eléctrica, verán que en la placa de la misma figura el renglón “potencia”, pongamos de 1000 W (mil vatios), o 1 kW (un kilovatio). Si tienen la plancha encendida durante una hora, la plancha gastará 1kW a lo largo de una hora, consumiendo una “energía” de 1 kWh (un kilovatiohora), que es el que la compañía suministradora les facturará, a razón de 0,14 € aproximadamente, por cada kWh consumido.

Y por si alguien echara de menos que hoy no me meta con la Real Academia Española de la lengua, no lo defraudaré, pues tan voluble entidad casi siempre algún apunte merece. No sé Uds. pero yo siempre tenía la costumbre en mis escritos de diferenciar el adjetivo solo (”me encuentro muy solo en la ciudad”) del adverbio sólo (”quedaba sólo un habitante en la ciudad”), con el sentido unívoco de solamente en este segundo ejemplo. La posible ambigüedad quedaba salvada mediante una simple tilde en el último caso. Pues bien, ya en el año 2010 dictaminó la RAE que “..a partir de ahora se podrá prescindir de la tilde en estas formas (solo y pronombres demostrativos), incluso en casos de doble interpretación”. O sea, que se dejaba ponerle la boina del molesto acento a gusto del consumidor. Consejo dubitativamente ratificado tanto en el año 2013 como en el 2015.

Menos mal que el año pasado el director de la RAE prometió volver sobre tan espinoso tema, que de hecho tiene dicotomizado a todo el elenco de tan ilustre institución.

Creo que podemos pronosticar sin temor a equivocarnos que la “guerra de las tildes” todavía nos deparará tantos emocionantes episodios como la inextinguible saga cinematográfica, la “guerra de las galaxias”.

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