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Matías Vallés

La boca adquiere una dimensión pornográfica

No subestimen a Donald Trump, ni la capacidad de los restantes seres humanos de metamorfosear cada prohibición en una variante erótica. En cavilaciones semejantes me estaba entreteniendo, o debería, cuando me senté en la butaca de un cine desafiando a las pandemias. Al iluminarse la pantalla, me descubrí fijando la mirada con obsesión en la boca de los actores. Estaba empleando la misma concentración automática que se desarrolla frente a un cuerpo desnudo. La situación no admite suspense, estaba redescubriendo el órgano dentado que han prohibido las mascarillas.

El voluntarismo posibilista ha recibido la máscara forzosa con hermosos himnos a la potencia y sensualidad de las miradas, ya se están comercializando cursillos para sonreír con los ojos. Sin embargo, la fijación con lo prohibido otorgará a la boca una dimensión pornográfica. Es posible que los factores estéticos predominen sobre los epidemiológicos a la hora de embozar la porción meridional del rostro en una victoria incontestable del islamismo. Ocultar con la coartada de proteger.

La boca es una provocación que rima con el abismo nietzscheano, te devuelve la mirada con una rotundidad que los ojos nunca sabrían permitirse. No es tan difícil de comprender, en una civilización que ha arrinconado las estrellas luminosas para trasladar la fascinación a los agujeros negros, véase el Premio Nobel concedido esta semana.

La célebre mirada interior es el boca a boca. La pandemia nos autoriza a comprender finalmente el griterío de Munch y la enfermera del acorazado Potemkin, la corriente doble que coaguló en los Papas vociferantes de Francis Bacon, convertido de nuevo en el emisario de un futuro sin palabras. La protección contra las emisiones del orificio bucal no puede ser tan selectiva como pretende la clase médica. Al frenar la expulsión de aire contaminado, también se detiene la libertad de expresión. De hecho, los estudios científicos conectados al coronavirus confirman el especial potencial expansivo de letras como la pe, una auténtica bomba microbiológica.

Durante el confinamiento, se redujeron las ventas de champán y lápiz de labios. El señalizador cremoso de la frontera labial ha perdido vigencia, todos los rostros comparten el trauma de la indefinición descrito en El colgajo por Philippe Lançon, que perdió la mandíbula en el atentado de Charlie Hebdo.

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