La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Lamberto Wägner

Breverías 80

Fulanito cree que no se va a morir nunca”. Es esta una frase que todos reconocemos, adjudicada siempre a algún conocido de nuestro entorno.

Hasta que el otro día un incidente me abrió los ojos sobre si no debería yo aplicarme el cuento. Y no me estoy refiriendo a una situación común a los que llegamos a cierta edad: o sea observar como desde un palco el devenir de nuestros familiares y amigos viendo morir a nuestros abuelos y a nuestros padres, viendo crecer a nuestros hijos y a nuestros nietos o en algunos casos hasta biznietos, como la cosa más natural del mundo. O aceptando como normal e inevitable tener que ir borrando de nuestro móvil el número de algunos de nuestros amigos, que lamentablemente ya nunca podrán responder a ninguna llamada.

Lo que despertó mis alarmas internas, hasta entonces obviamente semi anestesiadas, fue la decisión de asistir, después de muchísimo tiempo, a un pleno del ayuntamiento de mi pueblo, donde veranea mi familia desde hace varias generaciones.

No digo yo que pretendiera reconocer a los concejales de mis tiempos de colaboración o enfrentamiento con el consistorio, pero lo que me sobrecogió el ánimo fue ver como los ediles que en ese momento representaban a los vecinos tampoco eran los hijos de los que yo conocí. ¡Qué va! ¡Eran sus nietos! Y no sólo no reconocía yo a ninguno de ellos sino que lo más humillante era que ninguno de ellos parecía saber quien era yo. Está bastante claro que si quiero ponerme al día será mejor que comisione a uno de mis nietos al próximo pleno.

Encuentro harto exasperante la tendencia actual de juzgar actuaciones del pasado con la óp-tica del presente. Es sin duda encomiable que por lo menos algunos de nuestros valores éticos hayan evolucionado en la buena dirección y nuestra sociedad se precie de condenar hoy día el machismo, la tortura, la pena capital, el racismo u otras prácticas antaño no sólo toleradas sino fomentadas. Pero intentar corregir malas prácticas pasadas mediante purgas de contenidos históricos o aplicando un revisionismo que llegue hasta extremos infantiles, como alterar el contenido de la filmografía del ayer, incluso aplicando la censura a auténticas obras maestras del séptimo arte, ya raya en lo grotesco. Por ello, me van a permitir que me autoplagie una crónica provocadora en dicho sentido, publicada en esta misma columna hace ya un tiempo:”Avenida de Adolfo Hitler”.

“...al fin y al cabo nuestra historia está tejida con hebras de todas clases y colores, y si pre-tendemos expurgarla de algunas de ellas, corremos el riesgo de que termine deshilachándose el paño”.

Compartir el artículo

stats