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Manolo Ojeda

Cartas a Gregorio

Manolo Ojeda

Tiempos de otros

Querido amigo, ¡no me lo podía creer, pero el viernes, cuando bajaba los últimos escalones del zaguán de mi casa, di un resbalón escaleras abajo y casi me rompo la crisma.

Y es que, entre que llevaba la mascarilla mal puesta y los guantes en la mano, no tuve tiempo de reaccionar hasta que me vi tirado en el suelo. De milagro no me rompí la cadera o perdí los dientes en el aterrizaje.

No tuvo tanta suerte mi móvil, que salió disparado del bolsillo y se abrió en dos mitades.

Para colmo de males apareció por allí la hija de mi vecino que, al verme tirado en el suelo gritó: “Mamá, mamá, que un anciano se ha caído por la escalera…”. Lo que me faltaba.

Te das cuenta entonces de que, por mucho que te vistas con un t shirt de algodón de última moda, un pantalón vaquero de una talla menos, unos botines Nike de color y te compongas de arriba abajo para salir a la calle, llega un momento en el que te fallan los reflejos y, en cuestión de segundos, puedes verte tirado en el suelo patas arriba sin saber cómo ni por qué.

Pero, como siempre se ha dicho, hay que reconocer que todo eso es consecuencia de haber llegado a la edad de los metales, Gregorio, es decir: plata en el pelo, oro en los dientes y plomo en la entrepierna…

A veces me tomo un tiempo sin hacer nada. Me levanto y salgo de casa para dar un paseo por una de las tantas calles y plazas que tenemos en nuestra ciudad llenas de historia y encanto. Miro todo con ojos nuevos y disfruto observando lo que hace la gente. Luego vuelvo a casa a comer y a continuación me echo una buena siesta de más de una hora, para después vol-ver a salir y estar de vuelta sin tener en cuenta la hora.

Lo mejor de nuestra edad es que puedes permitirte hacer lo que te dé la gana sin sentirte culpable de haber pasado el día sin dar golpe, porque ya hemos hecho todo lo que teníamos que hacer después de trabajar durante tantos años, y te metes en la cama sin que nadie te venga a pedir responsabilidades.

Tampoco es cuestión de preocuparse demasiado por esto de la pandemia. Claro que todos queremos vivir más tiempo si es con salud, pero ya tenemos la vida amortizada.

Prefiero preocuparme por los demás, pero no voy a ponerme a llorar con nadie porque tampoco sirve para nada.

De repente te das cuenta que el tiempo ya no es tuyo, Gregorio, que es de otros, y nosotros no tenemos ningún derecho a decidir por ellos.

Así que, lo que tenemos que hacer es cuidarnos y cuidar de nuestras cosas tranquilamente, y dejar a otros que corran si tienen prisa por llegar, que nosotros ya hemos llegado.

Un abrazo, amigo, y hasta el martes que viene.

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