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Ánxel Vence

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Defensa de las verduleras

Son peleas de verduleras”, gorjean estos días los pajarillos de la jaula de Twitter a propósito de las disputas que últimamente enfrentan a señoras muy prominentes de la vida política española. Se ignora que habrán hecho las vendedoras (y vendedores) de hortalizas, gente a menudo ilustrada, para que se les compare con las representantes del pueblo que ventilan sus asuntos de cama y de dinero en el Senado o en las llamadas redes sociales.

La más reciente pendencia enfrentó en la pajarera de Twitter a una tal Teresa Rodríguez, que funge de diputada anticapitalista en Andalucía, y a una cual Irene Montero, que al parecer ejerce de ministra de alguna cosa. Antes habían sido Montero y una senadora las que polemizaron sobre asuntos de mujeres, hombres y viceversa en un tono más propio de una corrala de vecinas que de una Cámara Alta.

Como sin duda sabrá el informado lector, la ministra justificó -o eso parece- la expulsión de su ex camarada Rodríguez y otros siete diputados del grupo parlamentario de Adelante Andalucía/Podemos, estando como estaba la expulsada de baja por maternidad. “La política no para mientras estamos de permiso”, vino a decir Montero con tono decididamente empresarial.

Rodríguez lamentó de inmediato que sea precisamente una ministra dedicada a promover la igualdad entre señoras y caballeros la que use un motivo más bien neoliberal, por decirlo en la jerga de su gremio. “Con ese argumento·, retrucó, “un empresario le puede decir a una trabajadora: «La fábrica no para por tu permiso de maternidad. ¡A la calle!»”.

A esto respondió Montero, maternalmente, que Rodríguez seguía siendo diputada y cobrando por ello, “Que te compares con una trabajadora precaria despedida es bochornoso”, remachó. Lejos de abochornarse, la atacada replicó con una alusión personal a Montero: “Yo no estoy en política por el dinero, porque yo sí tengo un curro al que volver y la política no me cambió de barrio”. Menos mal que hasta hace poco eran del mismo partido y siguen siendo, aproximadamente, de las mismas ideas.

Extrañamente, las damnificadas por esos debates de portería no han sido -solo- las participantes en la reyerta tuitera, sino las miembros del honrado comercio de las verduras. De verduleras reputaron, en tono despectivo, a Rodríguez y Montero muchos de los pájaros que tercian con sus trinos en los debates de Twitter.

A favor de las verduleras así afrentadas hay que decir que el gremio de la lechuga protagonizó, allá a finales del siglo XIX, una de las primeras luchas de los trabajadores contra la autoridad gubernativa. Las placeras de los mercados de Madrid se amotinaron entonces contra una subida de tasas al grito de “¡Mueran los verdugos del pueblo!”: tumulto que se saldó con varias detenidas y contusas. Un respeto, pues.

Aquella brava lucha de mujeres de la clase obrera ha dejado paso, más de un siglo después, a una contienda cibernética entre dos cargos -o cargas- de representación popular y buen sueldo, empeñadas en arrojarse a la cara sus vidas privadas.

Nada de esto hubiera trascendido, en realidad, si Montero y Rodríguez cayesen en la cuenta de que Twitter es algo así como la barra de un bar de madrugada, de los de antes del toque de queda. A sitios así no parece oportuno que acudan las madres de la Patria para lavar la ropa; pero esto es lo que hay. España, año 2020.

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