La Provincia - Diario de Las Palmas

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Carmen Martínez-Fortún

La curiosa impertinente

Carmen Martínez-Fortún

Paralelismos desesperantes

Medio mundo aguanta la respiración sin explicarse muy bien cómo es posible que “la nación indispensable”, esa que el mundo democrático considera desde el fin de la segunda guerra mundial en gran medida salvaguarda de los valores de tolerancia y respeto, de la que vinieron a Europa todos esos miles de jóvenes casi niños a inmolarse el día D en Normandía y de cuyo sacrificio y heroísmo guardan memoria las alfombras de cruces bajo las que fueron enterrados, la que salvó a Alemania y a la Europa no comunista de la ruina tras la derrota, con sus defectos enormes, pero también con su estructura de separación de poderes a salvo de cualquier tentación totalitaria, esté dando este espectáculo vil no ya bananero, sino fanático hasta extremos grotescos. Grotesco es su líder, ese que casi levita dirigido por la loca de su asesora espiritual mientras chilla histéricamente: ¡victory, victory, victory, victory! Y grotescos todos esos republicanos encorbatados, asumiendo los disparates que salen de su boca o de su dedo.

Mientras, Europa bastante tiene con esta segunda ola endemoniada. Mientras, España bastante tiene con esta no sé si tercera ola descontrolada, agravada además por señales estremecedoras de que sus instituciones son socavadas desde dentro y en escalada desvergonzada se sigue aprovechando la desgracia común para atentar contra su libertad soberana, como ese estado de alarma desmesurado, los últimos zarpazos a la libertad de enseñanza o la imposición de ese comité de espantosas resonancias que, bajo disfraz descarado de salvaguarda de la verdad, pretende decidir sobre ella. Por no hablar de las cesiones a los enemigos de su unidad como el último atentado contra nuestra lengua común.

Es grotesco e indignante que un asesor de imagen, capaz de venderse a cualquier jefe, dirija lo que se puede publicar o no y aconseje cesiones capitales a cambio de que su amo permanezca en el poder. Y es grotesco e indignante que socialistas de raigambre, como esos republicanos encorbatados, contemplen la debacle sumisos y entregados.

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