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Joaquín Rábago

Papel vegetal

Joaquín Rábago

Un día de vergüenza para el Partido Laborista

Por fin el nuevo líder laborista británico ha dado el paso que el ala más conservadora del partido esperaba de él: Keir Starmer ha suspendido de militancia a su anterior dirigente, el izquierdista Jeremy Corbyn, por su aparente tibia respuesta ante un informe sobre el antisemitismo dentro de ese partido.

“Me ha resultado duro leer ese informe. Y hoy es un día de vergüenza para el Partido Laborista. Hemos fallado al pueblo judío, a nuestros afiliados, a nuestros simpatizantes y a la ciudadanía británica”, afirmó Starmer, según cuentan los medios, quien expresó su profundo pesar “por todo el daño y tristeza causados”.

El informe de la Comisión para la Igualdad y Derechos Humanos que incrimina a Corbyn se centra en el ex alcalde laborista de Londres, Ken Livingstone, popularmente conocido como Ken el Rojo, que justificó los comentarios realizados en una red social por la diputada de ese partido Naz Shah, de ascendencia paquistaní.

Shah publicó un mapa de Israel superpuesto al de Estados Unidos y acompañado del siguiente comentario: “Solución al conflicto palestino-israelí. Problema resuelto”. La diputada fue suspendida inmediatamente del partido y pidió finalmente disculpas en la emisora pública BBC.

Livingstone, quien, a diferencia de Shah formaba parte de la anterior dirección laborista, “intentó minimizar la naturaleza ofensiva de esos comentarios al asegurar que eran una simple crítica a la política de Israel” con el pueblo palestino, y que todo ello formaba parte de “una campaña de difamación del lobby israelí para señalar como antisemitas a los críticos de Israel”, critica el informe.

En éste se acusaba al mismo tiempo a una concejal laborista de haberse referido a la dinastía financiera de los Rothschild, señalando que “representan el capitalismo y la gran empresa” y que hasta los nazis “habían usado sus actividades en su propaganda antisemita”. La concejal fue expulsada de la organización por unas declaraciones que sí pueden calificarse de antisemitas.

El informe no ofrece, sin embargo, prueba alguna de declaraciones del mismo carácter que pudieran atribuirse directamente a Corbyn, pese a lo cual se acusa al ex líder laborista de tolerancia con ese tipo de conductas y se justifica de ese modo la suspensión de la cara más visible del ala izquierdista del partido, enfrentada al Nuevo Laborismo de Tony Blair, con el que Starmer parece, por el contrario, ahora simpatizar.

Como era de esperar, la prensa conservadora británica no dejó escapar la ocasión para cargar no sólo contra Corbyn, cuya trayectoria antirracista parece fuera de dudas, como lo está también, y esto es lo que escuece a muchos, su apoyo al pueblo palestino, sino para atacar al mismo tiempo al propio Starmer.

Resulta en cualquier caso muy instructivo, para ver una de las posibles causas de lo que se califica muchas veces de antisemitismo cuando es simple condena de una determinada política israelí, leer en la misma edición del periódico que publica esa noticia otra de su corresponsal en Jerusalén según la cual en 2020, el Estado judío “ha roto ya todos los récords de ampliación de los asentamientos en casi una década”.

Las autoridades militares, informaba el periodista de El País, han autorizado “la construcción y promoción de 12.159 viviendas para colonos en lo que va de año, marca que supera el listón fijado en 2012 (11.150 casas) cuando la ONG israelí Paz Ahora empezó a contabilizar la expansión de las colonias”.

Y poco después leíamos en el mismo reportaje, acompañado de la foto de la entrada de un asentamiento israelí dedicado a Donald Trump con las banderas de ambos países entrelazadas, que el embajador estadounidense en Israel, David Friedman, “judío ortodoxo y abogado inmobiliario de las empresas de Trump, era conocido por su incondicional apoyo a los colonos antes de asumir el cargo”.

Desde la firma de los Acuerdos de Oslo, la presencia de ciudadanos de Israel en la Cisjordania ilegalmente ocupada se duplicó cada decenio: se pasó de 110.000 en 1993 a 200.000 en 2001. Llegaron a 291.000 en 2008, y el año pasado se superaron los 420.000 colonos.

La suspensión de militancia de Corbyn por parte de la nueva dirección de Starmer sigue en cualquier caso a medidas anteriores adoptadas por el nuevo líder contra otros representantes del ala izquierda del partido, entre quienes destaca Rebecca Long-Baley, que fue su rival en las elecciones a la dirección laborista tras la derrota de Corbyn en las elecciones parlamentarias británicas.

Long-Baley fue apartada del Gobierno laborista “en la sombra” por haber retuitado un mensaje en el que se acusaba a Israel de haber dado entrenamiento y ayudado a la militarización de las fuerzas policiales de EEUU, algo que sirvió a Starmer, si es que alguna falta hacía, para congraciarse con el lobby pro-Israel del Reino Unido.

Al igual que el también izquierdista Bernie Sanders sufrió continuas zancadillas de la dirección del Partido Demócrata en la carrera hacia la Casa Blanca, Corbyn fue víctima en las últimas elecciones británicas no sólo del sector blairista del laborismo sino también de las declaraciones del rabino principal del país según las cuales un Gobierno presidido por Corbyn sería un desastre para la comunidad judía del Reino Unido.

Todo ello, sumado a la, sin duda, errática y desastrosa gestión del brexit por parte de Corbyn y a la continua hostilidad de la prensa británica, contribuyó a la derrota sin paliativos del laborismo en los pasados comicios. En un mundo dominado por la ideología neoliberal, la izquierda, aun admitiendo también sus errores, lo tiene ciertamente difícil.

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