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Joaquín Rábago

El elector, manipulado

Tras el triunfo en las anteriores presidenciales estadounidenses de un empresario famoso por sus campos de golf, las torres que llevan bien visible y en letra de oro su nombre y un programa de telerrealidad llamado “El aprendiz”, se habló mucho de la influencia que unos supuestos bots rusos y la empresa de datos Cambridge Analytica habían tenido en el, para muchos, tan inesperado como inexplicable resultado electoral .

Sin embargo, una influencia mucho mayor en el triunfo de que la tantas veces con razón denostada Cambridge Analytica tuvo paradójicamente otra de espíritu inicialmente progresista, pues fue creada por colaboradores del primer presidente negro de EEUU, Barack Obama, para ayudar a su elección a la Casa Blancay que obedece al nombre de HaystaqDNA.

A cuantos, en la campaña a las elecciones presidenciales de 2008, entraban a través de la red social Facebook en el portal del candidato demócrata se les pedía que permitiesen el acceso a todos sus contactos y a lo que llaman en inglés “newsfeed”: es decir, las noticias, fotos y vídeos de los llamados “amigos” del usuario: en una palabra, se le pedía a éste que se desnudase.

De esa forma, los estrategas de la campaña demócrata lograban identificar a todos los posibles contactos de esa persona, lo cual les permitía dirigirles con la máxima precisión sus mensajes de propaganda política: es decir persuadirles para que votaran a su candidato.

Al igual que en otros países, funciona en Estados Unidos desde hace ya muchos años un enorme y tremendamente lucrativo comercio de datos personales, pero allí, a diferencia de lo que ocurre, aunque cada vez menos, en la Unión Europea, apenas existen normas que regulen hasta cierto punto la protección de la privacidad del ciudadano.

Empresas de todo tipo, entre ellas los gigantes del sector tecnológico, se dedican a vender el cúmulo de datos que han ido reuniendo a partir de distintas fuentes a anunciantes o partidos políticos para que éstos ajusten sus mensajes al perfil del individuo al que tratan de convencer de que compre un producto o vote a un partido determinado. Datos que, todo hay que decirlo, les ofrecemos tan gratuita como irresponsablemente cada vez que recurrimos a un motor de búsqueda o a una red social.

HaystaqDNA utiliza los datos así recogidos para predecir, en beneficio de sus clientes, la opinión de los ciudadanos sobre distintos temas que pueden influir en el sentido de su voto: asuntos como el movimiento antirracista Black Lifes Matter, el muro con México, la inmigración ilegal, la perforación hidráulica para obtener gas o petróleo, la defensa del medio ambiente, las intervenciones militares o incluso la oportunidad de retretes separados para los transexuales.

Pese a su defensa pública de la privacidad de los ciudadanos, el aspirante más progresista a la Casa Blanca en las dos últimas elecciones, Bernie Sanders, invirtió, según fuentes periodísticas, nada menos que 1,7 millones de dólares en HaystagDNA para poder dirigir sus mensajes con la mayor precisión a potenciales votantes.

HaystaqDNA presume en su sitio web de disponer de los datos de 260 millones de consumidores norteamericanos, entre ellos informaciones que ayudan a la identificación personal obtenidos de distintas fuentes: censos, sondeos, revistas, supermercados, comercios minoristas, seguros, bancos, compañías de seguros y muchas otras.

Entre los servicios que ofrece a sus clientes políticos están las actitudes de los individuos frente a Trump, el coronavirus y el uso de mascarillas, las preocupaciones medioambientales, las manifestaciones contra el racismo institucional de la policía o el acoso sexual a las mujeres.

Matt Braynard, ex gestor de datos de la campaña electoral de Trump en 2016, declaró a la revista Quartz que los perfiles de personalidad que les había proporcionado Cambridge Analytica tras utilizar ésta ilegalmente los datos de millones de usuarios de Facebook no les habían servido de gran cosa, pero que los de HaystaqDNA, de los que también se sirvieron, habían resultado de enorme utilidad.

En muchos casos no se trata ya de movilizar a los electores para que voten a un determinado candidato sino de provocar el efecto contrario. Como explica Samuel Wolley, autor del libro “The Reality Game”, se busca crear en determinados grupos de ciudadanos una sensación de impotencia, de aislamiento o de rabia para que no voten a favor del partido contrario o pongan en cuestión el propio proceso electoral.

Según Wolley, son, por ejemplo, frecuentes tácticas de desinformación: se dan al ciudadano datos falsos sobre dónde y cuándo tiene que votar o se le dice que podría emitir su voto también mediante un mensaje de su teléfono móvil, lo cual es totalmente falso.

Empresas como Cambridge Analytica, HaystaqDNA y otras menos conocidas y operan con parecida opacidad sirven lo mismo a Dios que al diablo pues lo único que les mueve es el negocio. Y la consecuencia es la destrucción de la autonomía, de la capacidad crítica del individuo tanto como ciudadano y como consumidor. Y con todo ello, el fin de la democracia.

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