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Javier Durán

A la altura de las circunstancias

Si el alcalde de la capital tuviese el mismo corte y confección que el de Agüimes, del solidario Roque Aguayro, no duden que sería beligerante contra el montaje del campamento de migrantes en la zona militar de Barranco Seco por miedo a la insolación o por los olores de la cercana depuradora. El primer edil, Óscar Hernández, chafó a Cruz Roja Internacional el proyecto del Polígono de Arinaga con argumentos tan peregrinos como las horas de sol o el viento supuestamente huracanado del lugar, reparos que le llevaron a prohibir y paralizar el complejo, cuya construcción ya había superado el ecuador. Su jefe, Antonio Morales, presidente del Cabildo, justificó la decisión desde su oposición a permitir una “cárcel de migrantes” en la Isla, o en un territorio perteneciente a su área de influencia. A la preocupación le añadiría una pizca de tequila: lo ideal sería no dejarlos entrar, asustarlos, perseguir sus frágiles embarcaciones, mandarles un barco de la Armada para que den la vuelta. Pero el mundo no es perfecto, incluso hay imperfecciones que nos exasperan, como tener un campamento de migrantes en Arinaga. La solidaridad no es darse un golpe en el pecho después de doblar los calzoncillos con pulcritud. Tenemos un drama humano sobre nuestras espaldas, y se perfilan con claridad meridiana los que quieren sacar tajada política. Perdón, todos la van a sacar, hasta Augusto Hidalgo, aunque en direcciones diferentes, también con riesgos ordinarios o extraordinarios. Arguineguín es desde hace meses una bomba de relojería, pero ni la edil principal ni los colindantes han sido capaz de ofrecer una mejora. ¿Xenofobia? Para nada, aunque hay distintos grados, hasta para galopar por el termómetro y llegar a un pueblo tan bello y tranquilo como Tunte. Hidalgo, en la correa de transmisión de la órdenes socialistas, ha tenido que aceptar el campamento de migrantes dentro del perímetro militar, aunque en el municipio. Podía haber hecho populismo oponiéndose al estilo agüimense, pero está la disciplina de partido y también la condición humana frente a la desgracia de los otros. Estas coyunturas dramáticas suelen resultar interesantes, porque manifiestan quiénes están o no a la altura de las circunstancias. No faltarán apuntes para la historia de los que llevan los galones de solidarios, pero que no tardarán en poner en marcha el ventilador de las turbulencias. Pero siempre dirán que ellos no son xenófobos, sino otra cosa.

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