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Ensuciando a los médicos

Hace pocos meses se publicó el primer Manifiesto Mundial Contra las Pseudociencias en la Salud. Firmado por 2.750 científicos de 44 países, claman para que se legisle contra las pseudociencias y, especialmente, solicitan que no se contemplen los productos homeopáticos como medicamentos. Alertan de la influencia del lobby de las pseudociencias sobre los gobiernos y recuerdan que las pseudociencias matan. El Colegio de Médicos de Las Palmas fue el primero de España que, en 2017, cerró su cobijo a las pseudociencias y uno de los pocos colegios que las mantiene vetadas y se mantiene vigilante. El lobby no nos ha perdonado.

En la primavera de 2018 el Colegio de Médicos convocó elecciones y una candidatura resultó excluida por estimarse que fue incapaz de formar una plancha electoral teniendo que corregir múltiples deficiencias y dejando algunas sin corregir.

Estas dos situaciones generaron la tormenta perfecta: homeópatas y excluidos del proceso electoral comienzan a aparecer juntos en las asambleas, se manifiestan en el mismo sentido en las redes e inician el acoso de una Junta Directiva honesta constituida por profesionales con una trayectoria brillante que incluye investigadores, profesores universitarios, fundadores y presidentes de sociedades científicas médicas, jefes de servicios hospitalarios, directores de centros de salud y médicos con alta responsabilidad en gestión sanitaria. En definitiva, con un prestigio a años luz del conglomerado disidente.

Existe una diferencia entre los acosadores mediáticos y el opositor civilizado, estos últimos tienen argumentos que pueden ser discutibles, pero no exentos de razones, mientras que los primeros, simplemente, vociferan sin argumentos, bajo el palio de una sociedad donde la posverdad y los hechos alternativos, sin cortapisa alguna, se difunden en redes sociales y en cualquier medio de difusión. Si nuestros disidentes difundieran sus mensajes en la CBS, ABC o NBC americanas, a poco de empezar, les cortarían la emisión. Porque se ha demostrado que la posverdad no es suficiente para justificar campañas electorales merecidamente perdidas.

Hace pocos días, el líder de nuestros disidentes se despachó a gusto en este periódico vociferando múltiples falsedades y tergiversando el resto. Todo ello, a propósito de la sentencia de una jueza que, en primera instancia, ha desmontado todos sus argumentos: 1) Querían que se anulase todo el proceso electoral de 2018, 2) querían que se habilitase a un candidato que incumplía la normativa electoral y que fue incapaz de corregir su defecto; y 3) querían que se inhabilitara a la candidatura justamente ganadora de aquel proceso electoral. Ninguna de estas pretensiones les fue concedida porque la jueza manifiesta con rotundidad que todo el proceso lo manejó una Junta Electoral independiente que siempre actuó dentro de la ley y sin ningún atisbo de arbitrariedad.

Tan solo, concluye la referida sentencia, que por un principio no rigorista o de antiformalismo, se debe dar una tercera oportunidad de corrección de defectos al candidato excluido. El antiformalismo es un principio jurídico, ocasionalmente argüido, sin una clara definición legal, que no se recoge en los estatutos de nuestra institución. A la Junta Directiva le enorgullece dirigir una corporación de derecho público, como nuestro colegio, que se maneja dentro del rigor y el formalismo.

En la propia sentencia, la jueza expresa que la misma puede originar una situación con dificultades para que pueda ser cumplimentada. Tantas dificultades, que podría resultar que los 635 médicos de Lanzarote dejaran de estar representados por dos grandes referentes de su mundo hospitalario y de su medicina primaria para traspasar el testigo a dos médicos que trabajan en un pueblo de Orense. Por esta y otras dificultades, previstas por la propia jueza, podría ser interesante que esta sentencia la revisara una instancia superior.

Al final, todo deriva de la incompetencia de alguien para confeccionar una lista de candidatos coherente y ajustada a los estatutos, alguien que pretende dirigir el Colegio de Médicos de Las Palmas. Alguien que se presenta como líder de este grupo disidente que, rimbombantemente, se hace llamar Médicos por el Cambio (Dios nos salve de ese cambio). Un grupúsculo, de comportamiento hooligan, instalado en lo que antes llamábamos mentiras y ahora hechos alternativos.

Mostrando un desprecio absoluto hacia la honorabilidad de muchos compañeros médicos, los disidentes, se han dedicado a poner en solfa a muchos de ellos sin ninguna prueba objetiva que demuestre sus argumentos. Permítanme que insista, sin ninguna prueba objetiva.

Comienzo por su desprecio hacia la Junta Electoral y conviene que, a modo de preámbulo, la defina. La componen cuatro médicos elegidos por sorteo notarial. Se trata de un órgano independiente que no forma parte de la institución colegial. A lo que más se parece es a una auditoría externa que tiene que controlar todo el proceso electoral.

La Junta Electoral es tan ajena a la Junta Directiva que podemos asegurar que no existe ninguna relación personal ni laboral entre las dos juntas. Pues bien, la gran estrategia de los disidentes es crear un totum revolutum que identifique a ambas juntas como un solo organismo, de naturaleza corrupta, al que asignan la única intención de eliminar su candidatura.

A esos cuatro médicos honestos de la Junta Electoral, a los que la jueza les ha reconocido una labor impecable, dentro de la ley y lejos de la arbitrariedad, el grupo disidente les ha imputado: una composición de dudoso origen, boicot a su candidatura, desviación de poder y amaño de elecciones. Todo ello, dentro de otras lindezas.

En cuanto a la Junta Directiva, formada por 14 médicos con la cualificación que arriba se expresa, han vertido en prensa escrita, medios digitales, radio y televisión tal cantidad de falsedades que necesitaríamos varias páginas de este periódico para hacer un breve resumen.

En julio de este año, en una asamblea general del Colegio, muy concurrida, donde los disidentes pretendían bloquear los presupuestos del Colegio en un momento crítico en el que había que movilizar recursos económicos para afrontar la pandemia de la Covid, quedó manifiesto el apoyo que tienen entre sus compañeros de profesión: su postura la apoyaron 34 médicos y la de la Junta Directiva, 234. Pues bien, a estos últimos les han llamado en la prensa “acólitos” de la Junta Directiva y, en lo que parece un borrador, “estómagos agradecidos”. Además, aquel día, muchos médicos vieron, en directo, la actitud de este grupo bronco, amenazante y, en el sentir de algunos, camorrista.

En definitiva, estos disidentes que se postulan para dirigir el Colegio de Médicos de Las Palmas, en poco tiempo, ya han insultado a 252 médicos. Y a un grupo significativo de ellos, en múltiples ocasiones.

¿Qué atajos nos han traído a este lamentable escenario? Desde el primer día que los disidentes enseñaron la patita, la Junta Directiva adoptó la decisión de transparencia con los colegiados y máxima discreción en los medios públicos. Y lo hicimos, porque no queríamos entablar discusiones públicas bajo el titular de “guerras médicas” y porque nuestra actitud sosegada y reflexiva no es la adecuada para un cuerpo a cuerpo con personas vociferantes y poco veraces. Pero, sobre todo, para mantener la merecida buena imagen que existe de esta institución y de la profesión médica en la inmensa mayoría de nuestros profesionales y en nuestro entorno social. Quizás nos hayamos equivocado al ceder todo el espacio público a estos disidentes iracundos y haya que pararles los pies para que no sigan ensuciando a los médicos.

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