La Provincia - Diario de Las Palmas

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Memoria del olvido

Las cifras están sobre la mesa y la visita de autoridades con su foto respectiva en la prensa local. Su efectividad más que dudosa. El cierre del mediterráneo y los efectos de la pandemia han hecho que las pateras y los cayucos arriben con más afluencia a nuestras islas, que para muchos, está en proceso de convertirse en otra lampedusa, con consentimiento de Europa. Durante el presente año se han contabilizado ya la llegada de 10.500 personas, de los que, un 10% son mujeres, un 20% son menores (de los cuales solo un 5% vienen acompañados) y un 70% son hombres. Pràcticamente todos son menores de 24 años y en su gran mayoría no poseen titulación universitaria. Los pocos que la poseen es a nivel básica, son empleados relacionados con el turismo, taxistas, etc. En las mujeres aún es peor. Como norma general vienen sanos.

Nadie les explica sus derechos y los que están en los apartahoteles no reciben la visita de su abogado, y se firman òrdenes de expulsión sin haber visto a sus clientes, La ley dice que sus abogados tienen que verlos en un lugar adecuado con un traductor y a través de una entrevista personal. La indefensión es más que evidente y la Unión Europea mira para otro lado, por intereses electorales de sus viejos partidos. El agotamiento De la Cruz Roja, y el esfuerzo del Servicio Canario de salud es más que loable, y más aún, estar al ritmo de la llegadas del occidente al oriente insular excepto la isla de la Palma. Unos ponen el acento en los lugares de origen, en las acciones que habría que acometer sobre los estados del Sahel, Otros, en procurar que continúen su viaje migratorio hacia Europa, que además, es el verdadero deseo de los inmigrantes. Otros, en buscar al menos alojamientos dignos, y unos pocos, en sus derechos. Su primer derecho, es la acogida y la hospitalidad.

Ante la sociedad del riesgo de la que hablaba Ulrich Beck, una forma sistemática de lidiar con peligros e inseguridades inducidos e introducidos por la propia modernización, La seguridad genera el concepto de riesgo, pero debemos tener una mirada cosmopolita. El riesgo no existe solamente en cada una de nuestras sociedades, sino que ahora, al enfocar los problemas, no podemos hacerlo exclusivamente desde el punto de vista de nuestra comunidad autónoma o de nuestro país. Somos un universo, estamos todos entrelazados y unidos. Somos interdependientes los unos de los otros y cuando nos damos cuenta de eso en estas emergencias, tendríamos que tener esa mirada cosmopolita que la filosofa Adela Cortina, ha llamado, la hospitalidad cosmopolita, que ahora es más necesaria que nunca. Esa hospitalidad que los canarios hemos recibido y dado. La subordinación de Estados débiles a las instituciones de la “gobernación global” crea en realidad el espacio para estrategias de poder disfrazadas de intervención humanitaria, que es lo que hacemos en el momento presente. Es evidente que no es lo mismo un turista que un migrante. Al primero se lo recibe porque viene a dar algo pero el impacto sobre el ecosistema no se calcula, el segundo, en cambio, no tiene nada que dar excepto problemas; sólo puede aportar su miseria.

Aún así, como sabemos, de su disponibilidad para el mercado laboral, de su conversión en mercancía, de su explotación, en suma, depende por completo el sistema en el que vivimos, porque lamentablemente, no se le reconoce dignidad alguna, se le considera algo inferior. Es por ello, esta actitud social tan distante en una sociedad cosmopolita, La primer modernidad han quedado ahora socavadas por 5 procesos interrelacionados: la globalización, individualización, la revolución de géneros, el subempleo y los riesgos globales. Hemos organizado la sociedad no para los vulnerables, sino para los bien situados. En una sociedad donde las personas, “el otro”, nos resulta indiferente, pero lo peor de todo, es la pérdida de lo humano en el ser. La ciudadanía debe recordar a los dirigentes de los países, cuáles son sus derechos y sus obligaciones. Así estamos.

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