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Juan Tapia

Sánchez satisfecho, ¿también insomne?

Derrotar las enmiendas a los Presupuestos por 191 votos a 150 es un éxito que contrasta con el grave fracaso del 2019

Pedro Sánchez debió salir algo eufórico del pleno del jueves 12 de marzo. En la relevante votación de las enmiendas a la totalidad de los presupuestos tuvo 198 votos a favor y sólo 150 en contra. ¡Que gran contraste con el 13 de febrero del 2019 cuando perdió por 156 frente a 191! Aquella humillante derrota le obligó a disolver las Cortes y luego a dos elecciones generales en abril y noviembre. Y a estar de presidente en funciones casi un año, hasta el pasado enero.

¿Por qué este cambio tan rotundo? En febrero del 2019 hubo una suma muy contradictoria de votos en contra que iba desde la derecha de PP y Cs a Puigdemont y ERC. Ahora Cs y ERC (y Bildu) han cambiado su voto mientras que quienes lo ha hecho en contra suman menos y son más heteróclitos: Vox, el PP y medio grupo de Puigdemont (cuatro de sus diputados moderados se han escindido).

Sánchez ha tenido pues una votación muy superior a la escasa de la investidura y ha ampliado sus apoyos a derecha (los 10 de Cs y los 4 del PDeCAT) y a izquierda (los 13 de ERC y los 5 de Bildu). Y con esta mayoría de 198 votos es muy difícil que al final no tenga 176, la mayoría absoluta necesaria. Será un paso relevante para su presidencia y la estabilidad de la legislatura.

Pedro Sánchez puede estar contento, el gobierno de coalición no sólo ha resistido al infortunio de la pandemia y a las descalificaciones de la derecha, sino que tiene bien encaminada la legislatura.

Pero no todo es satisfacción. Primero, porque la segunda ola de la pandemia va a agravar la crisis. El rebote del PIB del 16,7% en el tercer trimestre puede ser flor de un día. Y eso serían muchas empresas quebradas, miles de empleos perdidos y más malestar social. Nada bueno para un presidente que en las campañas del 2019 casi prometió un paraíso terrenal.

Por otra parte, en la campaña electoral de noviembre del 2019 Sánchez afirmó que con ministros de Podemos no podría dormir tranquilo. ¿Estamos cerca de eso? Bueno, no es razonable querer amputar la mayoría de 198 votos del jueves expulsando a los diez diputados de Cs, acusados de estar todavía en la foto de Colón de la que Arrimadas (boicoteada por Rivera, como se ha visto esta semana) lleva meses intentando salirse. Además, el apoyo de Cs debilitaría al PP de Casado y tendería puentes con sectores que no votan ni a Podemos ni al PSOE. En momentos de crisis no es comprensible vetar a un grupo con conexiones en el empresariado y socios en muchos gobiernos europeos.

Pero Pablo Iglesias ha decidido expulsar a Cs. Habla, con razón, de democracia inclusiva cuando quiere sumar a ERC y Bildu. Pero sumar ERC y Bildu y, al mismo tiempo, expulsar a Cs es inclusivo sólo por la izquierda y excluyente del centro. Y cuando Iglesias habla de un bloque para dirigir el Estado, lo que quiere es restringir la capacidad de maniobra de Sánchez. Además, la política de bloque contra bloque (que gusta a los dos Pablos, Iglesias y Casado) proyecta una imagen negativa de España ante la UE y los grandes inversores internacionales.

Y Arrimadas, aguijoneada por la prensa de derechas de Madrid, no lo tiene fácil. Ha tenido que poner condiciones políticas (no a ERC y a Bildu), cuando su gran argumento era que la crisis forzaba un esfuerzo conjunto para los presupuestos. ¿Qué tiene que ver la enmienda a la ley Celaá sobre la lengua vehicular con las cosas de comer (los presupuestos)? Además, la prioridad del Gobierno es aprobar los presupuestos y Arrimadas tiene 10 escaños frente a los 18 de la suma de ERC (13) y Bildu (5). Y a la hora de decidir la aritmética cuenta.

Sánchez sacará los presupuestos. Está satisfecho. Pero también inquieto. Pablo Iglesias pretende encerrarlo en un bloque con ERC y Bildu (fijar la mayoría en una sola dirección), lo que le haría perder credibilidad en el electorado moderado de centro-izquierda, le condicionaría más en política económica y le restaría interlocución en una UE en la que la extrema izquierda no gobierna en ningún país.

Pedro Sánchez acaba de tener un éxito. Pero Rivera revolotea y los dos Pablos quieren impedirle la apertura al centro. Sánchez puede estar satisfecho, casi exultante, por la votación de presupuestos. Pero la envolvente de Iglesias –te encerramos sólo con ERC y Bildu y expulsamos a Cs, para condicionarte y cortarte del centro– le molesta y le preocupa.

Y quizás le genera insomnio. ¿Puede y debe un primer ministro europeo, que aspira a durar, dar la espalda al centro y a las inquietudes del empresariado, cuyas inversiones son las que al final crean empleo?

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