En ocasiones, de repente, la tierra se mueve debajo de los pies y nos cambia los escenarios de la vida y del futuro. Sucede como cuando un terremoto, sin previo aviso, llega y destroza vidas y medios de vida. O como cuando los médicos te dicen que tienes una enfermedad grave, sin que previamente hubieses sido consciente de que eso llevaba ahí varios años causando estragos de forma silenciosa.

Con la pandemia del covid-19 ha ocurrido algo así. Vivíamos esperanzados, creyendo que los males del pasado cer-cano, provocados por la crisis financiera del 2008, iban quedando atrás, y de pronto sientes que te dan un nuevo golpe que te deja noqueado y atur- dido.

Los impactos de la pandemia serán numerosos, profundos y duraderos. La mayoría aún no los conocemos. Aunque hemos comenzado ya a experimentar alguno, como es el sentimiento de vulnerabilidad y de incertidumbre absoluta.

En este sentido, la pandemia tiene una dimensión apocalíptica. No en el sentido de caos y desorden que damos normalmente a ese término, sino con el que tenía en el griego antiguo, de revelación de cosas que vienen de atrás y continuarán en el futuro. Es decir, en el sentido de una epifanía.

El riesgo es no querer aceptar este cambio de paradigma, y alimentar la fantasía de que la vacuna será el bálsamo de Fierabrás que todo lo curará. No será así. Los cambios que trae la pandemia han venido para quedarse. Estamos enfrentados a un imperativo pandémico que nos obliga a buscar nuevos equilibrios en todos los órdenes de la vida.

En lo personal, este imperativo pandémico nos obliga a encontrar un nuevo equilibrio entre la libertad personal y las restricciones necesarias para proteger la salud pública.

Este imperativo pandémico también cambia la política económica y el orden global. Aquí ya vemos dos tendencias. Por un lado, un reequilibrio entre mercados y Estado, en beneficio de este último. Ahora la lógica política se impone a la de los mercados. Por otro, un reequilibrio entre hiperglobalización y autonomía nacional, en favor de políticas industriales, tecnológicas y medioambientales. Las políticas del programa Next Generatión UE serían imposibles hace solo diez meses.

Pero ese imperativo pandémico también cambia el paradigma en el que hasta ahora se movían tanto el crecimiento económico como los negocios. La pandemia ilumina los caminos para afrontar los tres grandes retos que tenemos delante: la salud global, la contaminación urbana y el clima. Hasta ahora el modelo de crecimiento y la hiperglobalización eran poco cuidadosas con los impactos externos en el medioambiente, en el clima y en las comunidades donde operan las empresas. Esto no podrá continuar siendo así.

Pero el camino para evitar la difusión de las epidemias, reducir el deterioro ambiental y el calentamiento global no puede ser dejar de crecer, sino hacerlo de otro modo. En este otro modo de crecer, la ciencia, la tecnología y el conocimiento en general van a jugar un papel cada vez más importante. El ejemplo es la investigación sobre las vacunas. Volverán a permitir los movimientos de personas a través de las fronteras. Lo mismo ocurrirá con la búsqueda de un modelo de crecimiento amable con el medioambiente.

Algo semejante sucederá en el mundo de la empresa. La ciencia, la tecnología y el conocimiento adquirirán mayor importancia para impulsar la innovación, la productividad y la competitividad. Este nuevo camino tiene implicaciones importantes para nuestro modelo productivo y en el modo de gestión de las empresas. Significa pasar de la economía de taller a la economía de laboratorio.

En la economía de taller la innovación es el resultado de las habilidades laborales adquiridas a lo largo del tiempo en el lugar de trabajo, en el taller. No debemos despreciarla. Nos ha dado mucha riqueza y empleo. Y lo seguirá haciendo. Pero ahora hemos de fortalecer la economía de laboratorio, en la que la innovación, la productividad y la competitividad vendrán cada vez más de la ciencia y del conocimiento. Incluido un mejor modelo de gestión de las empresas, una de nuestras asignaturas pendientes.

Esta orientación vale para todos los sectores. Especialmente para el turismo y la construcción, dos industrias estratégicas para nosotros, con una capacidad de creación de buenos empleos y de empresas líderes que no tienen otros sectores con más glamur. Pero de esto hablaremos en otra ocasión. Hoy me interesaba llamar la atención sobre este cambio de la economía de taller a la economía de laboratorio.