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Marrero Henríquez

Del color de la piel

Al embozado forzoso le llama poderosamente la atención que en todas las cadenas de televisión se destaque que Kamala Harris es la primera mujer negra que alcanza la vicepresidencia de los Estados Unidos. Y le llama poderosamente la atención porque Kamala Harris no es negra. Y no es que sea blanca, pues Kamala Harris tiene su color y está lejos de esa tez lampiña y albeada de los finlandeses y también del blanco atenuado de Hillary Clinton, que admite un tonillo de color sonrosado si se expone al sol en una playa de New Jersey. Tampoco es Kamala Harris amarilla, como Xi Jinping, y mucho menos se acerca al anaranjado eléctrico del presidente saliente que no quiere salir. Pero negra, como, por ejemplo, Wesley Snipes, que es renegro, no es, ni tan siquiera es negra como Barak Obama, que era más bien tostado. Hija de india y afroamericano, Kamala Harris tiene un color exótico, de azúcar moreno, mezcla suave del bronceado de su madre tamil con el más profundo de su padre jamaicano. Lo que conduce al embozado forzoso a la única conclusión posible: para ser considerado negro no hace falta ser negro.

¿Y para ser considerado blanco?, se pregunta el embozado forzoso, ¿cuán blanco hay que ser? ¿Se puede ser considerado blanco sin ser blanco, como Kamala Harris es considerada negra sin serlo? Si para ser considerado negro no hace falta ser negro, ¿para ser considerado blanco será necesario ser muy blanco o sólo un poco? ¿Son todos los humanos considerados blancos igual de blancos? Los suecos y los daneses y los estonios son tan blancos como la barriga de una lagartija, casi transparentes, y también los ingleses, pero no tanto los franceses y los alemanes, al menos algunos, y los italianos y los españoles, que son también blancos, tienen otro tonillo, pues viven más horas bajo el sol ¿Y acaso nadie ha visto a un natural de las Islas Canarias, que es considerado blanco, más negro que Kamala Harris, sin que por ello se le clasifique de negro? Los noruegos, que son blancos hasta decir basta, se diferencian de otros reblancos, como los finlandeses, en que tienen gran capacidad para broncearse. Los noruegos, después de tomar el sol, no quedan rojo-gamba, como los estonios o los daneses, sino que adquieren un tono de piel marrón que en oscuridad supera con creces la lampiña tez de Kamala Harris. Y Julio Iglesias, bronceado permanente en su predio de Miami, ¿sigue siendo blanco? Todo ello conduce al embozado forzoso a la única conclusión posible: para ser considerado blanco no hace falta ser blanco.

De color negro como el betún el embozado forzoso no ha visto a nadie, de la misma manera que blanco como un folio de papel DINA4 tampoco ha visto a nadie. Tampoco el embozado forzoso ha visto a nadie de color amarillo como un pájaro canario ni tampoco a nadie de color rojo como un tomate. Referidos a la piel humana, los colores cortan muy a lo basto la realidad cromática de los individuos y las etnias. De hecho, el embozado forzoso tuvo hace décadas serias dudas de qué casilla marcar cuando en los formularios de la administración universitaria estadounidense se le preguntaba si era blanco, hispano, negro, asiático y no recuerda qué más, porque, se decía el embozado forzoso, que sí, que él era hispano, pero hispano, al tener casilla diferente a blanco, no significaba en aquel formulario lo que el embozado forzoso entendía por hispano, sino que significaba latinoamericano, y él no era latinoamericano, así que marcaba blanco; aunque, a renglón seguido, pensaba que igual que hay hispanos latinoamericanos negros, también los hay blancos, y también los hay indios morenos y rojos. Por otro lado, cuando el embozado forzoso se encontraba con otros modelos de formulario en los que aparecía la casilla caucásico en lugar de la de blanco, entonces ya no sabía qué hacer, pues por un lado él era blanco caucásico y no blanco hispano (pues hispano en el sentido de latinoamericano no era) pero, por otro lado, tampoco se definiría bien a sí mismo marcando una casilla cuyo blanco estaba lleno de resonancias hitlerianas. Así que, en tales casos, el embozado forzoso optaba por marcar la casilla hispano.

La categoría del color de la piel debería desaparecer de los formularios universitarios estadounidenses, ajados y antiguos, tendenciosos, y, también, como fundamento generalizado para describir individuos. Entonces ¿por qué Kamala Harris es negra si no lo es? Pues porque su negritud es figurada y representa a los sectores marginales del sistema y a la esperanza de que esos sectores puedan progresar en un país que les da la espalda. Y esos sectores pueden ser, efectivamente, negros, de ascendencia africana, pero también pueden no serlo, pues la negritud figurada de Kamala Harris también representa a las mujeres, a los indios, a los chicanos y, también, a los blancos de tercera y de desecho, a esos que llaman “red necks” y “white trash”. Y también es negra porque su negritud figurada representa, justo en la otra punta del arco, a la negritud ilustrada, pues Kamala Harris no sólo es fiscal general del Estado, sino que su madre era una destacada científica en la investigación del cáncer y su padre es un profesor de economía en la muy prestigiosa universidad de Stanford. Porque Kamala, como persona real y no figurada, está lejos de ser una mujer marginal, y con su educación universitaria de alto nivel pone sobre la mesa que la negritud no tiene por qué ir vinculada exclusivamente ni con el rap, el baloncesto de barrio, los anillos gordos de oro, las boinas a medio lado, los calzoncillos a la vista de un pantalón bajo y ancho, los gestos desafiantes, ni con las demás formas tendenciosas y estúpidas que son dominantes en la muy reaccionaria construcción audiovisual de la negritud.

Afortunadamente, hay negros, como Kamala Harris, negros figurados, que responden a las ansias de mejora de personas negras, blancas, amarillas y rojas; y, afortunadamente, hay negros que, como Kamala Harris, representan algo muy distinto al marginal que se regodea de su marginalidad y que no es otra cosa que uno de los productos que confecciona la MTV con la intención de perpetuar a negros e hispanos (hombres y mujeres) en el margen de la vulgaridad más fascia de djs y reguetoneros. Así que al pan, pan, y al vino, vino. Que negro es blanco, blanco es amarillo, amarillo es rojo, rojo es verde, verde es azul, azul es magenta, magenta es negro y negro es blanco, pues cuando el arco iris surge de la confluencia de la voluntad con el deseo del bien común los colores se confunden y brillan por igual.

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