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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

Langostinos para seis

Las abuelas y abuelos al fin reciben un homenaje desde el lugar más inesperado, la Covid. Illa y compañía preparan el calendario covidiano de las navidades, y los mayores engrasan muletas, taca-taca y sillas de rueda para un Inserso de consolación: si se cumple el propósito del ministerio del coronavirus, se preparan para una larga expedición que los llevará por las casas de la descendencia para la celebración del 24, 25, 31 de diciembre, y uno y seis de enero, en hogares distintos, al calor familiar, para cumplir con el precepto numérico en torno a la mesa, nada menos que el 6, para unos el dígito de la belleza y para otros la cifra de la bestia, el 666 del inquietante Apocalipsis 13:18. Los chats familiares se ponen en lo peor y echan fuego con el reparto de los mayores, ante la eventualidad (o el drama) de la suspensión de unas bacanales en las que siempre pasa algo: un trozo de carne que no baja de la garganta; unas lágrimas de desahogo; una bronca que acaba con un abrazo muy alcohólico; un cuñado que da una lección impropia; un disgusto por una copa con 40 años de vida que se rompe en pedacitos... Y los abuelos presidiendo todo este happening en el que sólo ellos ponen orden desde la autoridad que les otorga ser los sumos pontífices para doblegar cualquier descontrol vinculado a la arribada familiar. El maldito virus no deja de incordiar. Ahora lo hace con un golpe emocional peso pesado para estos patriarcas y matriarcas que ven esfumarse la cita navideña entre la limitaciones de movimiento impuestas. Una usurpación que les confirma doblemente que el mundo se encuentra en un momento extraño, tanto que hasta un poder superior decide cuántas personas se pueden sentar a la mesa la noche de navidad, algo insólito e inaudito. Pero es la enfermedad, pero también la conclusión científica de que los focos más potentes de contagio arraigan en las reuniones familiares. No queda más remedio que empezar a trabajar con el horizonte de los seis comensales, aunque también podrían ser 10, señala la corriente mas aperturista y deseosa de que el langostino no muera de tristeza. Entre el seis y el 10 está una riada de sentimientos, los mismos que observan al poderoso Covid ordenando hasta lo más preciado de las familias. El intervencionismo sobre la navidad era una crónica anunciada, aunque nadie se quería dar por enterado. Pero ya lo tenemos aquí, disponiendo sobre la cubertería, la vajilla, las servilletas y las almas.

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