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Juan Gaitán

El ruido y la furia

Juan Gaitán

El año de la muerte

Son muy conocidos aquellos versos de César Vallejo en los que predice su muerte: “me moriré en París con aguacero/ un día del cual tengo ya el recuerdo./ Me moriré en París -y no me corro-/ tal vez un jueves, como es hoy, de otoño”. Acertó el querido poeta en París y en el aguacero, pero no en el jueves ni en el otoño (era viernes aquel 15 de abril de 1938). Sin embargo, se recuerda más el verso que la fecha, porque la poesía, ya lo dijo Aristóteles, es siempre superior a la historia.

Escribo el día después de la muerte de Diego Armando Maradona, el penúltimo gran muerto del año de la muerte. Escribo un jueves de otoño bajo un tremendo aguacero. Nunca he estado más cerca de César Vallejo ni ha reinado más la muerte, la “lívida muerte cobarde” que nombró otro de mis poetas queridos, Pedro Garfias.

Siempre susurra la muerte a nuestro paso, siempre, como si fuese una sombra sonora, el reflejo de una voz que nos llama desde el primer aliento. Y casi siempre la desatendemos, la banalizamos, la hacemos anecdótica, porque hay que sobrevivir y es muy difícil hacerlo con la mente puesta en “el día menos pensado/ ese en el que pienso siempre”, según los claros versos de Manuel Alcántara. Pero cuando grita bajo tu ventana, o desde los titulares de los periódicos, a toda página, cuando la muerte no es un susurro sino un alarido, cuando su voz sombría se te instala en el alma, a ver quién puede mirar por la ventana, un día de aguacero, y tener consuelo.

Y a veces, sí, grita bajo tu ventana.

He de confesar que he pensado mucho en la muerte este año de tanta muerte, imagino que como todo el mundo. Pero acaso yo comencé un poco antes y por diferentes motivos. En la Nochebuena pasada, la Nochebuena de 2019, cuando todavía era posible y eterna la vida que nos gustaba, de pronto tuve la clara certeza de que era aquella mi última Nochebuena. Inesperadamente, en vez de miedo, me embargó una honda serenidad, como quien, ya acabada la faena, de regreso a casa se entretiene viendo llegar la noche y su descanso.

No sé si esa premonición se cumplirá. Quedan solo unas semanas para saber si me equivoqué o si mi París, mi aguacero, mi jueves de otoño, será uno de los pocos jueves que le quedan ya a este otoño, si será, quizás, este aguacero.

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